sábado, noviembre 26, 2016

Placer y felicidad


  Hay unas claras notas de distinción entre el placer de la felicidad:
                La felicidad tiene vocación de permanencia; el placer, no. El placer suele ser fugaz; la felicidad es duradera.

                El placer afecta a un pequeño sector de nuestra corporalidad, mientras que la felicidad afecta a toda la persona.

                El placer se agota en sí mismo y acaba creando una adicción que lleva a que las circunstancias estrechen más aún la propia libertad; la felicidad, no.

                Los placeres, por sí solos, no garantizan felicidad alguna; necesitan de un hilo que los una, dándoles un sentido.

                Las satisfacciones momentáneas e invertebradas desorganizan la vida, la fragmentan, y acaban por atomizarla.

                Quevedo insistía en la importancia de tratar al cuerpo "no como quien vive por él, que es necedad; ni como quien vive para él, que es delito; sino como quien no puede vivir sin él. Susténtale, vístele y mándale, que sería cosa fea que te mandase a ti quien nació para servirte".

                Por su parte, Aristóteles aseguraba que para hacer el bien es preciso esforzarse por mantener a raya las pasiones inadecuadas o extemporáneas, pues las grandes victorias morales no se improvisan, sino que son el fruto de una multitud de pequeñas victorias obtenidas en el detalle de la vida cotidiana. La felicidad se presenta ante nosotros con leyes propias, con esa terquedad serena con que presenta, una vez y otra, la inquebrantable realidad.

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Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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