lunes, noviembre 14, 2016

DOMINGO XXXIII Tiempo Ordinario C Reflexión

    Somos personas que intentamos muchas veces pasar de la realidad a un futuro que soñamos con perspectivas en novedad y que, a la vez, nos dejan en una inquietud mientras las cosas no se realizan según nuestros sueños. Miramos el futuro con ganas de encontrar algo nuevo y bueno, queremos superar situaciones repetidas y la imaginación nos lleva a creer en algo mejor, distinto y feliz. En el fondo, queremos que “llegue” … pero ¿qué? Es esa la gran cuestión.

    La Palabra de Dios proporción una respuesta a nuestra inquietud y, en el fondo, a nuestra felicidad. Curiosamente, pedimos que llegue algo y nos olvidamos que llegue Alguien, por supuesto, en mayúscula. En nuestra pequeñez, ¡ojalá fuera en nuestra humildad!, suspirar por una realidad nueva y, sin embargo, lo hacemos solo en razón a nuestras inquietudes y deseos; queda lejos, a primera vista, el Autor, Dios. Y es aquí donde se resuelve totalmente el misterio.

    Cuando el profeta Malaquías anuncia lo de “mirad que llega el día”, nos puede suceder que pensamos en un algo que sea bendición y a gusto nuevo. Y, sin embargo, se trata de una liberación interior que llega por el camino acertado de la felicidad sana, desde Dios; se trata de una liberación del desasimiento para eliminar de nuestra vida aquello que nos bloquea e impide que emerja en nosotros una felicidad más honda y real. La liberación proviene de Dios y Él “llega para regir los pueblos con rectitud”. Dios nos invita a vivir la vida con la novedad de cada momento. La canción de nuestra  vida, aunque tenga siempre la misma letra, la misma y la misma interpretación, deben ser siempre nuevas. Dios no se repite…

    Busquemos una respuesta en la Palabra de Dios. El profeta Malaquías nos lleva a imaginar un día en que se enciende un gran fuego para quemar en él lo nocivo e inútil; después, viene un nuevo día, amanece un sol liberador y restaurador. Los inocentes pueden salir, libres y gozosos; los opresores ya no son más que polvo bajo sus pies. Y no se enuncia el ocaso. Dios se hace presente.

    El apóstol Pablo indica que la excusa de los abusos no puede como argumento para dejar de ser solidarios con los más necesitados, ni el afán de acumular debe reemplazar a la generosidad de los que pueden hacer algo. La vida práctica de la comunidad es también una forma de predicar una opción de vida que cuestiona y desafía a los dioses del poder, a las justificaciones ideológicas de los explotadores, o al desapego de la caridad que exhiben los agentes del poder en todo momento y en todo lugar.

    San Lucas narra la belleza del templo de Jerusalén y, sin embargo. Jesús, al igual que lo hicieron los profetas, responde con un anuncio de ruina: “todo será desolado”. La destrucción de Jerusalén, la venida del Hijo del hombre y el fin del mundo aparecen entrelazados; Lucas, en cambio, establece una separación. La destrucción de Jerusalén se ha efectuado ya y  no pertenece a los acontecimientos del tiempo final. Pero el fin del mundo no ha llegado todavía y a este final se refiere especialmente el contenido de este discurso.

    Los discípulos soportaron las persecuciones “por el nombre de Jesús”, Es decir, por confesar y anunciar su nombre y aunque algunos tengan que afrontar la muerte, la providencia de Dios hará que muchos salgan ilesos de los casos más difíciles. El tiempo de la Iglesia es siempre tiempo de persecución y lo que aporta la salvación no es ni la violencia arrolladora ni la apostasía, sino la paciencia perseverante: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

NUESTRA  REALIDAD

    La fe ¿puede abrir hoy nuestra existencia a un horizonte nuevo? El Señor motiva en la humanidad caminos con un sentido más profundo que el mero hecho de vivir. En el fondo, es una bendición continua con la cual enriquece y hace gozar ya que la realidad diaria tiene muchas veces un peso, entre ruido y prisa, que es necesario superarlo y, además, iluminarlo en una dirección completamente dotada del paso de la vida.

    Esta reflexión nos lleva a una consideración y a una experiencia que nos hacen caer en la cuenta de que hay misterio, presencia de Dios, ejemplo de vida. Todo esto nos sitúa en una realidad un tanto distinta ya que está en juego la fe y desde esta visión de la vida, de las personas y de los acontecimientos nos lleva a creer en la manifestación de la presencia de Dios.

    El hombre de todo tiempo tiene siempre la posibilidad de descubrir el sentido de lo eterno cuando a Dios se le coloca en su debido lugar y cuando somos capaces de relativizar lo que creemos como absoluto. Solo hay un “Señor que llega para regir los pueblos con rectitud” y esta gran y única verdad es la que modifica la realidad humana de toda mancha y de todo pecado. Vivir en y desde la fe conlleva la certeza de vivir en una actitud de esperanza y de luz.

 EXAMEN  y  ORACIÓN

    A la luz de la Palabra es fácil descubrir el plan de Dios y cómo nuestras personas pueden responder desde la verdad y desde el corazón. De entrada, un imperativo que se enciende como una gran fogata para quemar en ella lo nocivo e inútil y dar paso a un amanecer con sol liberador y restaurador. Esa debe nuestra razón de ser cuando la enfocamos desde la fe y desde el amor de Dios. Entraría también ahí nuestra responsabilidad para poner en juego los dones recibidos y crear una sociedad más en línea de verdad que suscitara ilusión y sentido más completo de la fe. Vivir en plena conciencia de ser hijos de Dios conlleva una visión de la realidad desde un plano más profundo y verdadero.  

    *Señor: sin tu luz no somos capaces de ser tus testigos. Haznos estar despiertos para que tu presencia entre nosotros sea motivo de paz y de esperanza.

    “Señor: sin tu amor se manifiesta en una constante bendición que tu presencia nos regala y a la vez que fortaleces nuestra voluntad. Haznos capaces de encontrarte siempre en el camino de nuestra vida.

    Señor: danos perseverancia para seguirte y ser tus testigos. Ayúdanos a vivir siempre con la mirada puesta en Ti.

CONTEMPLACIÓN

    La fe no desfallece porque la sostiene la esperanza. Elimina la esperanza y desfallecerá la fe. ¿Cómo va a mover, aunque sólo sea los pies, para caminar quien no tiene esperanza de poder llegar? Si, por el contrario, a la fe y a la esperanza les quitas el amor, ¿de qué le aprovecha el creer, de qué le sirve el esperar, si no hay amor? Mejor dicho, tampoco puede esperar lo que no ama. El amor enciende la esperanza y la esperanza brilla gracias al amor. Pero ¿qué fe habrá que elogiar, cuando lleguemos a la posesión de aquellas cosas que hemos esperando creyendo en ellas sin haberlas visto? Porque . Cuando veamos ya no se hablará de fe. Entonces, verás, no creerás. Lo mismo sucederá con la esperanza. Cuando se haga presente la realidad, ya no la esperarás. Pues lo que uno ve, ¿cómo lo espera? Ved que cuando hayamos llegado dejará de existir la fe y la esperanza. Y: ¿qué pasará con el amor? La fe aboca en la visión, la esperanza en la realidad. Allí existirá hay la visión y la realidad. no ya la fe y la esperanza. Y el amor ¿qué? ¿Acaso puede desaparecer también él? Si ya se inflamaba ante lo que no se veía, cuando lo vea se inflamará más. Con razón se dijo: Pero porque a la fe sucede la visión, a la esperanza la realidad, pero al amor nade le sigue; el amor crece, el amor aumenta y alcanza la perfección mediante la contemplación (san AGUSTÍN en Sermón 359 A,1-4).

ACCIÓN.- Pidamos al Señor que estemos atentos a sus llamadas.

P. Imanol Larrínaga OAR.

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Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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