YA SABES QUIÉN ES TU PRÓJIMO. ¡“VETE Y HAZ TÚ LO MISMO”!
Lc 10, 25-37: Nos llevó a la posada, es decir, a la Iglesia.
En este salmo os exhorté encarecidamente a ejecutar la misericordia, ya que por aquí se sube y veis además que canta el cántico de grado el que sube. Recordad siempre esto; no améis la bajada y despreciéis la subida; pensad continuamente en la subida, porque el que bajaba de Jerusalén a Jericó cayó en manos de los ladrones. Si no hubiera bajado, no hubiera caído en manos de los ladrones. Adán descendió, y cayó en manos de los ladrones. Todos nosotros somos Adán. Pasó el sacerdote, y no hizo caso; pasó el levita, y no se preocupó, porque la ley no pudo curar. Pasó cierto samaritano, es decir, nuestro Señor Jesucristo, pues a Él se le dijo: ¿No decimos nosotros atinadamente que tú eres samaritano y que tienes demonio? El no respondió: "No soy samaritano", sino: Yo no tengo demonio. "Samaritano" significa "guardián". Si hubiera dicho: "No soy samaritano", afirmaría que no era guardián. ¿Y quién otro custodiaría? A continuación, aduciendo la semejanza, dice, como sabéis: Pasó un samaritano y obró con él misericordia. Yacía herido en el camino, porque bajó. Al pasar el samaritano no nos abandonó; nos curó, nos subió al jumento, a su carne; nos llevó a la posada, es decir, a la Iglesia, y nos encomendó al mesonero, esto es, al Apóstol, y le entregó dos denarios para curarnos, a saber, el amor de Dios y el del prójimo, puesto que toda la ley y los profetas se encierran en estos dos mandamientos; y dijo al mesonero: Si gastares algo más, te lo daré al volver. Algo más erogó el Apóstol, puesto que, habiéndose permitido a todos los apóstoles recibir, como soldados de Cristo, el alimento de parte de la hueste de Cristo, sin embargo, él trabajó con sus manos y condonó a las huestes sus provisiones. Todo esto aconteció. Si hemos bajado y estamos heridos, subamos, cantemos y progresemos para llegar.
San Agustín, Comentario al salmo 125, 15
0 comentarios:
Publicar un comentario