¿Activar óvulos sin producir embriones?
Es notable
la insistencia de algunos por investigar con células madres embrionarias o
células troncales embrionarias. Aunque la medicina no tiene excesivas
esperanzas sobre los posibles usos curativos de tales células, un importante
grupo de investigadores sí desean tener puertas abiertas y dinero fresco en
orden a llegar a descubrimientos que consideran “vitales” para el futuro
biomédico.
Pero queda
en pie una pregunta de enorme relevancia ética: ¿cómo conseguir este tipo de
células? Existen varios caminos. Uno de ellos consiste en usar embriones
congelados (los llaman “pre-embriones” para tranquilizar a la opinión pública)
que no han cumplido 14 días de vida y que han quedado “abandonados” o han sido
donados por sus padres. Es evidente que el uso de tales embriones supone, en la
mayoría de los casos, su destrucción, lo cual resulta sumamente injusto.
Otro camino
consiste en manipular óvulos denucleados e introducir en los mismos núcleos de células
adultas. Algunos creen o, si no lo creen, al menos lo dicen, que el resultado
de esta activación no sería un embrión humano. En tal caso, al destruir esta
“entidad” para obtener células madres embrionarias no se destruiría ningún
embrión: no habría entonces objeciones éticas ante una técnica tan prometedora.
En
realidad, sabemos que la transferencia de núcleos celulares de adultos en
óvulos denucleados ya ha producido el nacimiento de algunos mamíferos. La oveja
Dolly ha sido sólo la primera de una serie de éxitos. Hay que señalar,
ciertamente, que muchos embriones “fabricados” para producir a Dolly (y otros
famosos mamíferos clonados) murieron en el intento. El hecho de que esos
embriones no hayan nacido, sin embargo, no nos permite decir que nunca fueron
embriones. Muchos de ellos eran defectuosos o enfermos, es verdad, pero ello no
quita que fuesen embriones.
En el caso
de los seres humanos, quizá alguno diga que no sea posible “clonar” ni producir
embriones al hacer las transferencias nucleares. Pero llegar a esta conclusión
sólo es posible según lo propio del método científico, es decir, a través de la
realización de numerosos experimentos.
Creo, sin
embargo, que la búsqueda de tal seguridad es doblemente inmoral. En primer
lugar, porque esos experimentos requieren el uso de un alto número de óvulos.
Tales óvulos serían tomados de mujeres, muchas de las cuales se someterían a
tratamientos hormonales peligrosos. Además, se correría el riesgo de ver a la
mujer como fuente de material biológico para la experimentación, con lo que
esto implica de despersonalización y de instrumentalización de la mujer, a
través del uso de algo tan íntimo y tan precioso como son sus óvulos.
En segundo
lugar, tales técnicas son inmorales porque en estos experimentos existe una
zona de incerteza que cualquier científico honesto debería reconocer.
Al realizar
una transferencia nuclear sobre un óvulo denucleado es posible que se produzcan
tres tipos de realidades:
-La
primera, un embrión sano y apto para un desarrollo completo (como ocurrió en
Dolly).
-La
segunda, un embrión con serios daños (como ocurrió en muchos de los “hermanos”
de Dolly). Hay que reconocer, con honestidad, que un embrión dañado o enfermo
es siempre embrión, aunque el científico sepa con certeza que tal embrión no
será capaz de desarrollarse por las lesiones que haya sufrido por culpa de la
técnica o por otros motivos más o menos conocidos.
-La
tercera, una entidad biológica que no sea embrión, aunque se le parezca.
A cualquier
salta a la vista que no será nada fácil es distinguir entre el segundo
resultado (un embrión dañado) y el tercero (una entidad que no llegue a ser
embrión). Pero además resulta manifiesto lo fácil que sería para algunos
científicos el engañar a la opinión pública al decir que el primer resultado
(embriones verdaderos y sanos) “no se ha producido”, y que estaríamos (según
ellos) ante entidades biológicas que no son embriones. ¿Qué político es capaz
de estar vigilando para que un laboratorio sea honesto y no ofrezca datos
engañosos a la hora de presentar los experimentos realizados?
Una
sociedad verdaderamente justa se construye sobre el respeto de todos y cada uno
de los seres humanos que inician la aventura de la vida humana. Si un estado
establece leyes que permiten destruir embriones ya existentes o crear embriones
para ser destruidos a través de técnicas de clonación mal llamada
“terapéutica”, habrá aceptado como principio regulador de la vida social el que
algunos seres humanos valgan menos que otros, que la vida de algunos pueda ser
sacrificada por el progreso de la ciencia y de la medicina y por el posible
bien de otros seres humanos.
No creemos
que así se construya un mundo más justo. Habrá justicia cuando cualquier
embrión sea respetado y, sobre todo, amado. Porque es un hijo, porque interpela
a sus padres y a la sociedad, porque merece respeto simplemente, sin
condiciones. Desde esta justicia, la verdadera medicina será capaz de lograr
progresos auténticos, precisamente porque asumirá como propios dos principios
básicos del quehacer sanitario: no dañar a nadie, y promover la salud y el bien
de todos.
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