domingo, mayo 01, 2016

VI Domingo de Pascua (C) -Reflexión-


El domingo pasado Jesús nos mandaba que nos amemos todos, como él nos ama. Más todavía: este amor será la señal de identidad o el distintivo de todo cristiano. Hoy nos viene a decir que lo amemos a él. Primero, el pasado domingo, entre nosotros. Después, hoy, a él. Y san Juan nos dirá en una de sus cartas que el camino mejor para amar a Dios será amando al hermano.

El que ama de verdad es fiel a aquel a quien ama. Si, por ejemplo, los esposos se aman de verdad, serán fieles el uno al otro. La infidelidad es falta de amor. Quien ama a Cristo, o al menos se propone amarlo de veras, acogerá su palabra y la cumplirá.  Eso es fidelidad.

Y su Palabra es todo lo que nos dice en el evangelio. Todo. Porque a veces tenemos la tentación de pasar por alto algunas de sus páginas, las más difíciles de cumplir. O aquellos párrafos más exigentes, pero tan necesarios para ser fieles al amor que él nos tiene. 

Al que es fiel o trabaja para serlo, Jesús promete dos cosas muy importantes: Una, mi Padre lo amará. Otra, vendremos a él y haremos morada en él. No puede haber regalo mejor.  Dios ya no será algo lejano a mí, por encima del cielo y de la tierra, que nos mira muy desde arriba a ver qué hacemos y cómo nos comportamos, sino alguien que está en cada uno de nosotros, que habita dentro de nosotros.
Como dice la lectura del libro del Apocalipsis, no será necesario que haya un templo para ir al encuentro con Dios, porque la persona del creyente es un verdadero templo de la divinidad. Como lo es también la comunidad reunida en su nombre. 

Cuando amamos a alguien, sentimos que la persona amada está dentro de nosotros, aunque físicamente esté lejos. Basta cerrar los ojos, ir hacia dentro de nosotros mismos, y ahí encontramos en cierta forma a la persona amada. Es la fuerza del amor. La persona a quien amamos, la madre, el esposo, la novia,
etc., no está dentro de nosotros, pero la sentimos como si estuviera.

Dios sí está personalmente dentro de nosotros. Lo dice Jesús: Haremos morada en él. Para el evangelio de hoy la morada de Dios es el propio cristiano. Y para que se produzca esta realidad, Cristo pone dos condiciones: amarle y guardar su palabra.

Pero esta presencia de Dios en nosotros no es estática, como quien está en una vivienda, sentado, sin hacer nada, donde simplemente está; su presencia es estática. La presencia de Dios dentro de uno es dinámica. Dios actúa en nosotros: nos da la fuerza que necesitamos para vivir nuestra fe en todo momento, nos ayuda a no caer en la tentación, nos impulsa a amar más y mejor al hermano, ilumina nuestra conciencia para que podamos distinguir el bien del mal y elegir lo que es bueno, nos va transformando interiormente a su imagen y semejanza, etc.

Otro regalo importante que nos hace el Padre: nos envía su Espíritu para que enseñarnos y recordarnos todo lo que hizo y dijo Jesús, y así poder actuar y vivir al estilo de Jesús. Sin el Espíritu, la Iglesia sería un cadáver, como lo es una persona que acaba de morir y a quien le falta el alma. Y nosotros, sin él, lo mismo. El Espíritu es el alma de la Iglesia y el alma de nuestra propia alma.

Y otro regalo más (porque hoy va de regalos): el don de la paz (para el que lo quiera recibir, claro está, porque puede ocurrir como aquél que recibe un regalo muy valioso, envuelto en papel igualmente hermoso, pero no lo abre, sino que lo coloca en cualquier lugar de la casa y ahí lo deja). El regalo de Jesús es el don de la paz. La paz os dejo, mi paz os doy. No os la doy como la da el mundo. La paz del mundo, cuando se da, se basa en el miedo al otro, o en intereses económicos o políticos. La paz de Cristo se basa en el amor, surge del amor. 

Quien se siente amado por Dios y ama al hermano como le ama Cristo, vivirá en paz interior y construirá la paz a su alrededor. En un mundo de tanta violencia como el nuestro, todos los cristianos estamos llamados a construir la paz. Que el gesto de la paz antes de la comunión, sea de verdad, nos salga del corazón y sea fruto del amor que nos tenemos todos.
P. Teodoro Baztán Basterra

0 comentarios:

Related Posts with Thumbnails

Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

  © Blogger templates The Professional Template by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP