Cuando Facebook daña a la familia

¿Por qué ocurre esto? Las redes sociales reúnen características que atraen. Son dinámicas, quedan “fijas” en sus fotos o textos, se mueven con rapidez, alcanzan a muchas personas. Un diálogo en casa procede desde recuerdos o tensiones que a veces dificultan la relación, por lo que algunos prefieren sumergirse en el mundo virtual en vez de afrontar los problemas de quienes están más cerca.
Además, es fácil y hasta agradable dialogar con otros en las redes sociales. No es tan fácil, y en ocasiones resulta problemático, mantener una comunicación directa y viva en el hogar, o entre los compañeros de trabajo y personas cercanas.
La provocativa frase de que la tecnología nos acerca a los lejanos y nos aleja de los cercanos se aplica, cuando ocurre lo anterior, a Facebook. Porque resulta agradable saludar “online” a viejos compañeros de escuela o a personas encontradas durante las vacaciones, mientras no es tan agradable hablar con quien nos va a pedir ayuda a la hora de limpiar la casa o de ordenar los libros en la sala de visitas.
El “remedio” ante este tipo de peligros radica en construir vidas familiares sanas, llenas de ingenio e interés por los demás. En un mundo de prisas, con un continuo peligro de atomizarnos y de encerrarnos en burbujas cómodas, resulta sumamente bello esforzarse por mantener fresco el cariño en el hogar.
Entonces, y sólo entonces, al regresar a casa, uno sentirá el deseo de apagar el propio móvil (celular). O, al menos, lo dejará a un lado, precisamente porque vale la pena dedicar lo mejor del propio tiempo al esposo, a la esposa, a los hijos, a los padres, a los abuelos.
Además, y eso es lo más importante, con menos tiempo en Facebook habrá más tiempo para Dios, que es el verdadero corazón de una sana y fecunda vida familiar...
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