LA SAGRADA FAMILIA: JESÚS, MARÍA y JOSÉ
MEDITACIÓN
Lo que es vital crece y da frutos. Por lo tanto, lo que no es vital no
da frutos. Lo que no es vital se termina por cortarlo, tirarlo y a la
larga desaparece. La crisis de la familia, por supuesto, de la familia
cristiana, no es el de las separaciones; es de vida, de fe y de
espiritualidad. En el origen del desconcierto por el que pasa tantas
veces la institución familiar hay que poner de manifiesto la ausencia
del proyecto de vida generoso y con expresiones dentro y fuera del mismo
grupo familiar.
A la luz de la Sagrada Familia y teniendo presente el texto a los
Colosenses, se pueden meditar unos riesgos. Antes de nada, Jesús, José y
María oran de manera cercana a la vida; por eso es una vida creativa.
De ahí nace ver todo con nuevos ojos: mirada de la mística con una
manifestación sincera de su propia identidad. Su vida interpela, es
siempre una llamada a vivir...
Y siguiendo a Pablo encontramos el riesgo de una confianza en los
jóvenes. Porque, para ser fecundos hay que privilegiar el pensamiento y
la acción de los que pueden engendrar vida nueva, es decir, de los más
jóvenes. Cabe otro riesgo: dejar en las manos de los que tienen especial
carisma para multiplicar la vida, de los que son más fecundos Por eso,
quienes tienen el especial carisma de multiplicar en el espíritu o en el
afecto deben hacerlo.
La Sagrada Familia nos presenta de la manera más humilde pero verdadera
el riesgo de lo nuevo. Meditemos este regalo de Dios en Nazaret y en el
renacer de cada día. Es el ejemplo de Jesús, José y María.
ORACIÓN
Señor: somos elegidos tuyos, somos tu pueblo y objeto de tu amor:
revístenos de sentimientos de compasión, de bondad, de humildad, de
mansedumbre y de paciencia. Con tu gracia podemos soportamos mutuamente y
perdonamos siempre que alguno tenga motivos de queja contra los demás.
Sobre todo, que tengamos presente cómo Tú nos perdonas para que así
nuestro perdón tenga tu sello y tu fuerza.
Revístenos, Señor, de tu amor para que sea el vínculo de nuestra
perfección. Y que esa paz que trajiste en la Navidad, que nos la
renovaste en la Resurrección y que siempre nos actualizas en los
sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía, reine en nuestros
corazones ya que Tú nos has llamado a vivir en comunión para formar un
solo cuerpo.
Señor: que siempre te demos gracias más por lo que haces en nosotros
que en las cosas que hacemos. Darte gracias es creer que solo Tú mereces
nuestro agradecimiento ya que nuestra vida es una continua bendición
tuya.
Gracias, Señor, por tu Palabra que nos anuncia la Buena Nueva y nos
haces escuchar tu voz que puede llegar a nuestro corazón y motivar un
cambio de mentalidad y una sincera conversión. Gracias, Señor, porque
haces surgir entre nosotros, en tu Iglesia, los profetas que nos enseñen
y nos exhorten con toda sabiduría. Gracias, Señor, por regalamos el
cántico nuevo, el cántico del amor de Dios, siempre nuevo por eterno. Un
cántico nuevo que es tu cántico de paz, es decir, de tu caridad (Ciudad
de Dios, 19,24.5). Así podemos convertir nuestra existencia corno un
canto a Ti desde un corazón agradecido “con salmos, himnos y cánticos
inspirados”.
Señor: que viviendo en tu presencia y queriendo cumplir tu voluntad, lo
que hagamos o digamos, lo hagamos en el nombre de Jesús, el Señor,
dando gracias a Dios Padre por medio de Él (Glosa a Col 3, 12-17).
CONTEMPLACIÓN
Poned atención y tened un poco más de paciencia. Hermanos, considerando
que escasea el tiempo y ha de bastar para concluir el sermón. Cuando le
dijo María:-Tu padre y yo, con dolor, te estábamos buscando, él
contestó: ¿No sabíais que conviene que yo me ocupe de las cosas de mi
Padre? Aunque era hijo de ellos, no quería serio en forma que excluyese
el ser Hijo de Dios. Hijo de Dios, en efecto; Hijo de Dios desde
siempre, el que los creó a ellos. Hijo del hombre, en cambio, en el
tiempo, nacido de una virgen sin semen marital; a uno y a otro, sin
embargo, tenía como padres. ¿Cómo lo probamos? Ya lo dijo María: Tu
padre y yo, con dolor, te estábamos buscando, Ante todo, hermanos,
pensando en la instrucción de las mujeres, nuestras hermanas, no hay que
pasar por alto la santa modestia de la virgen María. Había dado a luz a
Cristo; un ángel se había acercado a ella y le había comunicado: He
aquí que concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien llamarás
Jesús. Sera grande y llevará el sobrenombre de Hijo del Altísimo (Lc
1,31.32). Aunque había merecido alumbrar al Hijo del Altísimo, era muy
humilde; ni siquiera se antepuso al marido en el modo de hablar. No
dice: «Yo y tu padre», sino: Tu padre y yo. No tuvo en cuenta la
dignidad de su seno, sino la jerarquía conyugal. Nunca Cristo hubiese
enseñado a su madre a ensoberbecerse. Tu padre y yo, con dolor, te
estábamos buscando. Tu padre, dijo, y yo, porque la cabeza de la mujer
es el varón (Ef 5,23). ¡Cuánto menos deben envanecerse las demás
mujeres!...
La respuesta
del Señor Jesucristo: Convenía que yo me ocupara de las cosas de mi
Padre, no indica que la paternidad de Dios excluya la de José. ¿Cómo lo
probamos? Por el testimonio de la Escritura que dice textualmente: Y les
dijo: ¿No sabíais que conviene que yo me ocupe de las cosas de mi
Padre? Ellos, sin embargo, no comprendieron de qué les estaba hablando. Y
bajando con ellos, vino a Nazaret y les estaba sometido (Lc 2,49-51).
No dijo: «Estaba sometido a su madre», o: «Le estaba sometido», sino:
Les estaba sometido. ¿A quiénes estaba sometido? ¿No era a los padres?
Uno y otro eran padres, a los cuales estaba sometido del mismo modo que
se había dignado ser Hijo del hombre. Poco ha recibían las mujeres
ejemplo de cómo comportarse; recíbanlo ahora los niños, de modo que
obedezcan a sus padres y les estén sometidos. ¡Está sometido a sus
padres Cristo, a quien está sometido el mundo! (Sermón 51,17-19).
ACCIÓN
Una excursión “santa” a Nazaret y contemplar a la Sagrada Familia.
P. Imanol Larrínaga
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