XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario -B- Reflexión
En estos domingos del final del Año Cristiano leemos unos pasajes bíblicos que apuntan hacia los tiempos futuros con un lenguaje un tanto misterioso. Es un lenguaje que llamamos apocalíptico, uno de los estilos propios o género de la Biblia. Se habla de grandes tribulaciones y catástrofes, que no hay que tomar al pie de la letra, sino ver el sentido que encierran.
En primer lugar, estas palabras no son para meter miedo en el alma. No es este el talante de Dios Padre, bueno y misericordioso. Sólo pretenden que miremos hacia el futuro con un cierto temor, pero siempre con esperanza, con serenidad y buen ánimo.
No son palabras para estar mirando al final de los tiempos y desentendernos de este mundo. Todo lo contrario: son palabras que nos invitan a trabajar en la construcción de un mundo mejor, a seguir creciendo en nuestra fe, a compartir con otros esta misma aventura ojalá en comunidad de hermanos, a luchar día a día contra el pecado…, mirando siempre a ese futuro que nos aguarda a todos.
Lo mismo el cristiano. Ahora es tiempo de sembrar y trabajar. Y al mismo tiempo, de mirar al futuro que nos aguarda. Ese futuro, para el cristiano, es Dios mismo. Una vez más hay que decir que la muerte no es el final. Ciertamente será el fin de este mundo para cada cual. Pero en cada uno de nosotros hay sembrada una semilla de inmortalidad. O de vida eterna con el Dios de la vida.
Mientras tanto, mientras caminamos por este mundo, tendremos tribulaciones y sufrimientos. También alegrías y momentos felices. Contratiempos y ciertos éxitos en la vida. Días en que parece que todo se derrumba a nuestro alrededor y otros en que parece que todo nos sonríe. Todo esto es propio de la condición humana.
En las tres lecturas aparecen palabras que animan nuestra esperanza. En Daniel: Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. En la Carta a los Hebreos: Con una sola ofrenda (su sacrificio en la cruz) ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. En el Evangelio: Entonces verán venir al Hijo de Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a sus ángeles para reunir a sus elegidos.
Esta palabra de Dios se cumplirá. Este mundo pasará, nosotros pasaremos, pero la Palabra de Dios no
pasará, permanecerá.
Mientras tanto, hay que caminar. Y el camino, aunque seguro, no es fácil. Bien lo sabemos todos. Somos débiles y limitados, abundan las tentaciones, los criterios de este mundo nos embaucan,… De ahí la necesidad de contar con Dios que es nuestra fuerza. La necesidad de rezar con el salmo de hoy, que dice: Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti.
El discurso apocalíptico que encontramos en Marcos quiere ofrecer algunas convicciones que han de alimentar su esperanza. No lo hemos de entender en sentido literal, sino tratando de descubrir la fe contenida en esas imágenes y símbolos que hoy nos resultan tan extraños.
Primera convicción. La historia apasionante de la Humanidad llegará un día a su fin.. Un día llegará la Vida definitiva, sin espacio ni tiempo. Viviremos en el Misterio de Dios.
Segunda convicción. Jesús volverá y sus seguidores podrán ver por fin su rostro deseado: «verán venir al Hijo del Hombre». El sol, la luna y los astros se apagarán, pero el mundo no se quedará sin luz. Será Jesús quien lo iluminará para siempre poniendo verdad, justicia y paz en la historia humana tan esclava hoy de abusos, injusticias y mentiras.
Tercera convicción. Jesús traerá consigo la salvación de Dios. Llega con el poder grande y salvador del Padre. No se presenta con aspecto amenazador. El evangelista evita hablar aquí de juicios y condenas. Jesús viene a «reunir a sus elegidos», los que esperan con fe su salvación.
Cuarta convicción. Las palabras de Jesús «no pasarán». No perderán su fuerza salvadora. Han de de seguir alimentando la esperanza de sus seguidores y el aliento de los pobres. No caminamos hacia la nada y el vacío. Nos espera el abrazo con Dios.
Mientras tanto, mientras dura la espera, disponemos de la fuerza que nos brinda la Eucaristía, que se hace viático para todos.
P. Teodoro Baztán Basterra
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