De la mano de San Agustín
Nacido de virgen
Realizó estas cosas y muchos le despreciaron reparando menos en la grandeza de sus obras que en la pequeñez de su autor, como diciendo para sí: «Estas obras son divinas, pero él no es sino un nombre». Tú, pues, ves dos cosas: unos hechos divinos y un hombre; pero, si lo divino sólo puede hacerlo Dios, estate atento, no sea que en el hombre se oculta Dios. Fíjate —repito— en lo que ves y cree lo que no ves. Quien te llamó a creer, no te abandonó. Aunque te ordenó creer lo que no puedes ver, no te dejó sin ver algo, a partir de lo cual puedas creer lo que no ves. ¿Acaso las criaturas mismas son signos pequeños, indicios insignificantes del creador? Vino también, hizo milagros. No podías ver a Dios, pero podías ver al hombre: Dios se hizo hombre para que en un único hombre tuvieras algo que ver y algo que creer. En el principio existía la Palabra, y la palabra estaba en Dios, y la Palabra era Dios (Jn 1,1). Lo oyes, pero aún no lo ves. Mas de ahí que viene, que nace, que proviene de una mujer el que hizo al varón y a la mujer. El que hizo al varón y a la mujer no fue hecho por un varón y una mujer. Quizá ibas a despreciar el hecho de que naciera; no desprecias el modo de su nacimiento, puesto que existía siempre desde antes de nacer. Advierte —repito— que asumió un cuerpo, se revistó de carne, salió del vientre materno. ¿No lo ves ya? ¿Lo ves ya —repito—? Pregunto a la carne, pero muestro su carne: algo ves y algo no ves. Fíjate en el parto mismo: advierte que ya hay dos cosas, una que ves y otra que no ves, pero con la finalidad de que creas lo que no ves por medio de lo que ves. Comenzabas a despreciarlo al ver que ha nacido; cree lo que no ves, dado que nació de una virgen. ¡Qué pequeño es —dice— el que ha nacido! Pero ¡cuán grande es el que nació de una virgen! El que nació de una virgen te aportó algo que resulta milagroso en el mundo temporal: no haber nacido de padre, es decir, de padre humano, aunque nació de la carne. Pero no te parezca imposible el que haya nacido sólo de madre el que creó al hombre antes que al padre y a la madre.
Sermón 126,5
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