DOMINGO XXX del TIEMPO ORDINARIO A LECTIO DIVINA
Exodo 22, 21 – 26
El texto es parte del Código de la Alianza (20, 23 – 23, 33), es el primer conjunto de leyes varias. A grandes rasgos es anterior al Código del Deuteronomio (Dt 12ss.). que retoma y amplía la mayor parte de sus leyes. Éstas tienen forma parecida a los preceptos del decálogo y todas llevan explicaciones y motivaciones que las refuerzan desde la perspectiva religiosa. Representan aquí a los pobres, al forastero residente, al huérfano y a la viuda, al necesitado que tiene que pedir, al que empeña sus prendas para obtener un préstamo extremadamente urgente.
Estas leyes sociales se fundamentan en motivaciones teológicas y son ley de la alianza. Eso quiere decir que el pobre es el lugar cercano en donde el Dios distante se revela y la ocasión real en que el hombre y el pueblo tienen que responder al mandato de la alianza. La presencia de los necesitados de todo orden: social, jurídico, económico y universal humano, es una reclamación que se levanta y acusa: mientras los haya en el mundo, el mundo está bajo juicio.
El pueblo de Dios está retado por ellos, pues la ley que los protege tiene la misma exigencia que el precepto capital: éste se cumple precisamente al cumplir con aquella, como lo aclara el “tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber”.
1 Tesalonicenses 1, 5c- 10
San Pablo quiere significar que el elemento aglutinante de la asamblea cristiana es precisamente la Eucaristía, la cual no puede considerarse solamente de una manera vertical –unión con Dios- sino también y muy principalmente de una manera horizontal: solidaridad entre todas las comunidades cristianas. Ahora bien: para que entre las comunidades cristianas haya una solidaridad es previamente necesario una información mutua.
La información que tiene Pablo sobre la comunidad de Tesalónica es “la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza. La “fe” para san Pablo no es simplemente decir que creo sino una actitud vital del hombre y que tiene una dimensión comunitaria. El amor igualmente no es meramente un suspiro romántico sino que implica todo un esfuerzo para realizar un ambiente donde no exista el odio, la explotación y opresión. Igualmente la esperanza no es una mera espera, puramente pasiva, sino un esfuerzo continuado por mejorar el mundo en que vivimos y para ello hace falta mucha ilusión.
El porqué de esta espléndida situación de la comunidad de Tesalónica se debe al hecho de que las cosas pasaron como debían pasar: “el evangelio no llegó a vosotros sólo con palabras sino, además, con poder del Espíritu Santo y convicción profunda”. Una comunidad cristiana no se convoca por la iniciativa humana sino por el hecho misterioso de la llamada de Dios.
Este hecho de la convocatoria divina no agrada a los ordinarios poderes humanos. El Evangelio, como dice Pablo, “corría de boca en boca”, con esa celeridad con que transitan misteriosamente las palabras de liberación dentro de un mundo que no es capaz de dejarse seducir de una bendición divina como es la presencia de Dios en la vida de los hombres.
Mateo 22, 34 – 40
La referencia a la reunión de los fariseos, al comienzo del relato, trae consigo el clima de confabulación y polémica. Mateo refuerza esta impresión al indicar que el doctor de la Ley planteó la pregunta a Jesús “para ponerlo a prueba”. Aunque no especifica en qué sentido la cuestión propuesta podía ser una prueba para Jesús, podemos suponer que los fariseos pretendían obtener una victoria allí donde habían fracasado los saduceos (cf. vv. 29- 33).
La cuestión que el escriba propone a Jesús era una de las que más se discutían entre los maestros de la Ley. No obstante eso, eran muchos los que sentían la necesidad de establecer una jerarquía de valores en aquel cúmulos de leyes (13 mandamientos). De hecho, ya en el judaísmo contemporáneo de Jesús existían intensos de síntesis, que consideraban un valor esencial la atención hacia el prójimo y ponía a las obras de caridad como el mejor modo de agradar a Dios.
La respuesta de Jesús unifica dos mandamientos que en la ley de Dios estaban separados: el amor a Dios y el amor al prójimo, y añade inmediatamente que el segundo mandamiento es semejante al primero. De estos dos mandamientos dependen la Ley y los Profetas, es decir, todo lo que enseña y manda la Escritura.
Desde una perspectiva cristiana, sin amor al prójimo non hay amor de Dios. Por lo tanto, tampoco hay verdadero cumplimiento de la voluntad de Dios ni se alcanza esa justicia superior que procedía del Sermón de la montaña. El amor al prójimo no sustituye el amor dr Dios ni se identifica con él, pero es necesario como amar a Dios.
Meditación
Es muy llamativo en nuestro mundo una corriente continua de lamentaciones y uno no puede tener un criterio cierto de las mismas porque luego nos encontramos con un montón de contradicciones por nuestra parte. Por doquier oímos quejas y culpas mientras que nosotros no asumimos ninguna responsabilidad. ¿Es lógica esta postura? No hay ningún día en el que no nos escandalicemos por los “pecados” de los demás y lo malo de todo esto es que no pensamos en nuestra conducta interna y externa en nada ausentes de fallos y mentiras.
El caso es que a nuestro lado de cruza una cantidad de gente que sufre, llora y amarga porque el horizonte no se limpia y especialmente los corazones no se sientes llamados a amar al estilo de Dios. Ante las preguntas tan disparatas que hacemos a lo largo de los días ¿es posible creer en un verdadero amor que se compadece, que perdona, que quiere encontrarnos y hacernos capaces de mirar la vida con esperanza.
Entre tanta lamentación barata y queja sin sentido, Jesús nos enseña en el evangelio que hay un amor de Dios y que es posible un amor a Dios y a los demás. Lo de “posible” puede chocar ya que, desgraciadamente también entre los cristianos no hay demasiada conciencia de ser amados por Dios y vivir amando a Dios. Por eso mismo la enseñanza de Jesús nos abre el camino para soñar, vivir y gozar la maravilla del amor de Dios.
¡Qué poco amor de Dios se vislumbra entre nosotros cuando, por otro lado, podríamos descubrir la felicidad verdadera extendiendo ese amor a los demás!
Oración
Tu enseñanza del amor llega a nosotros como necesidad y como reto. Tú has reclamado a los hombres que el camino de la vida no puede fundamentarse ni en el egoísmo ni en la injusticia-Tus palabras, desde tu ejemplo, son antes de nada, una acusación. Nosotros vivimos bajo dos medidas y siempre dejando de lado tu vida y tu mensaje. Juzgamos a los que “quieren echarte una trampa” y nosotros no queremos salir de esa trampa en la que nos encontramos. Ni pensamos en amarte a ti ni a los demás.
Perdona, Señor, nuestra incoherencia y también nuestra injusticia. Somos personas con sordera bien acomodada y con dos medidas. Por eso, hoy, cuando escuchamos tu Palabra y descubrimos que el amor manifestado por ti es la razón de una vida auténtica, es como sentir en nuestro interior la falsedad y hasta la injusticia de nuestras personas. Cambia, Señor, nuestro corazón e ilumina nuestro camino para que te encontremos en ti a los demás y encontremos a los demás en ti.
Sentimos de verdad cómo es posible que pasemos nuestro tiempo sin hacerte presente en el amor. Perdona nuestra injusticia, aviva la verdadera ilusión de querer ver a los demás como hijos tuyos y ser para todos un ejemplo de sinceridad y de esperanza. Gracias, Señor, por tu infinito amor y que nos dejemos sembrar con tu bendición de amor.
Contemplación
Los tres mandamientos de la ley de Dios se refieren a Dios mismo; al hombre los siete siguientes: . Si amas a Dios, no adorarás a ninguno otro ni tomarás en vano su nombre, y le dedicarás el sábado para que descanse en ti cuando te hace descansar. Si, por el contrario, amas al prójimo, honrarás a los padres y no adulterarás, ni matarás, ni dañarás a nadie con tu falso testimonio, ni robarás, ni desearás la mujer o los bienes de cualquier persona. Y, por ello, .
Escucha también al Apóstol: . No te envió a cumplir muchos preceptos; ni siquiera diez, ni siquiera dos; la sola caridad los cumple todos. Pero la caridad es doble: hacia Dios y hacia el prójimo. Hacia Dios, ¿en qué medida? . ¿A qué se refiere ese ? No al oído, o a la nariz, o a la mano, o al pie. ¿Con qué puede amarse de forma total?. Amarás la fuente de la vida con todo lo que en ti tiene vida. Si, pues, debo amar a Dios con todo lo que en mí tiene vida, ¿qué me reservo para poder amar a mi prójimo? Cuando se te dio el precepto de amar al prójimo no se te dijo: , sino . Has de amar a Dios con todo tu ser, porque es mejor que tú, y al prójimo como a ti mismo, porque es lo que eres tú (san Agustín en Sermón 179 A, 3-5).
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