San Nicolás de Tolentino
San Nicolás no ha pasado a la historia como hombre ilustre por sus escritos o su ciencia; ni fue predicador renombrado, o un personaje memorable por sus dotes de gobierno. Al contrario, fue más bien un fraile llano, que nunca salió de su tierra natal de Las Marcas, la región centroitaliana que mira al Adriático; un fraile que vivió la mayor parte de su vida en la pequeña ciudad de Tolentino, al margen de los grandes núcleos y movimientos ciudadanos del siglo XIII.
Nada de ello fue obstáculo para que el Santo de Tolentino se convirtiera en el prototipo del religioso agustino. Debido, en primer lugar, a su temprana fama de santidad y a su gran popularidad como taumaturgo. Cosa que no habría conseguido de haber vivido en otra época.
Porque, en efecto, en el tiempo que le toca en suerte se dan cita dos fenómenos de gran importancia. Por una parte, en la Italia del siglo XIII, va tomando cuerpo un nuevo modo de vivir que se aparta del medieval. El campo empieza a perder importancia, en beneficio de la ciudad. La agricultura deja de ser la ocupación casi exclusiva, y cede el paso a la industria y el comercio, que enseguida toman fuerza.
Por otra parte –y debido principalmente a las transformaciones sociales que decimos– surge en la Iglesia una concepción nueva de la vida religiosa. Hasta ahora era el monje, apartado del mundo y dado por entero a la contemplación, el representante casi único de la vida religiosa eclesial. Al cambiar la fisonomía social de Occidente, también la Iglesia busca nuevas maneras de presencia y apostolado. Con el nacimiento en el siglo XIII de las llamadas órdenes mendicantes, se abre camino una nueva forma de vida religiosa. Los «frailes» surgen para predicar el evangelio en el nuevo mundo que se alumbra. Su campo de acción está en las ciudades, más que en el campo. Los medios que emplean son los adecuados para contrarrestar los efectos nocivos de la nueva cultura: al florecimiento del comercio y de una nueva clase rica, enfrentan la total pobreza personal y comunitaria; contra una civilización centrada sobre los valores terrenos y del hombre oponen la ascesis como modo de resaltar la soberanía de Dios sobre el mundo.
Oración
Gracias, Padre,
porque enriqueces a tu iglesia
con la vida y virtudes de tus santos.
Gracias
porque llamaste a san Nicolás de Tolentino
a seguir a tu Hijo en la vida consagrada
bajo el magisterio y ejemplo de Agustín.
Ayudado por tu gracia,
supo fundir en su vida de cada día
la tensión hacia ti,
el trabajo apostólico
y el regalo de la comunidad.
Ha sido, así, el primer y mejor fruto
de la orden agustiniana en su renacimiento.
Bendito seas, Señor,
porque nos ayudas a descubrir a través de san Nicolás
el milagro de la renuncia para gozo de los sencillos,
la riqueza que encontramos en la vida recogida,
la alegría en el trato afable a los hermanos,
el gozo de ofrecer consuelo a los tristes,
apoyo a los débiles,
medicina saludable a los enfermos
y a todos compañía fraterna.
Concédenos imitarle
viviendo en plenitud el carisma de san Agustín.
Que nunca desoigamos
el clamor de la Iglesia Madre cuando pide nuestra ayuda.
Que busquemos en la comunidad
el descanso en ti que aún no poseemos y ansiamos.
Que nos guíe el fulgor de su estrella
y se multipliquen en nuestras manos los panes de la generosidad.
Que san Nicolás de Tolentino,
nuestro patrono, nos proteja,
nos guíe en la imitación de Jesús,
acompañe nuestra oración
y la haga más ferviente y más aceptable por ti,
que compartes tu gloria con todos los santos
por los siglos eternos. Amén.
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