¿Quiénes son padres heroicos?
Aquellos que, tras un accidente o un virus misterioso, acompañan y ayudan, un día sí y otro también, a ese hijo que prometía mucho y que ahora vive en cama o en silla de ruedas.
Aquellos que sufren y buscan soluciones cuando ven avanzar al hijo adolescente hacia el precipicio de la rebeldía, de los caprichos, de las malas compañías, de las experiencias pecaminosas, de la pereza en los estudios, de la pornografía, de la dependencia a juegos electrónicos o a drogas.
Aquellos que reciben con sobresalto la llamada de la policía que avisa del arresto de ese hijo, y que no dejan de amarlo, de apoyarlo, sin condescender con sus malas acciones pero sin abandonarlo a su situación de encarcelado.
Aquellos que lloran porque el hijo o la hija, después de un matrimonio que parecía tan hermoso, ha a
bandonado a su familia para buscarse aventuras de infidelidad, hasta dejar en soledad al cónyuge o en la tristeza más profunda a los hijos que ya no cuentan con uno de sus padres en casa.
El mundo está lleno de padres heroicos. Porque un padre y una madre lo son siempre, sin fechas de caducidad. Porque el hijo más necesitado, por su fragilidad física, por sus debilidades psicológicas, o por sus maldades éticas, necesita quizá más que otros la certeza de que hay dos columnas que
desean apoyarle, sostenerle, rescatarle, darle lo más grande que puede imaginarse: un amor completo, servicial, sin límites.
Un amor, en pocas palabras, heroico; semejante, en la medida humana, a ese amor infinito que tiene Dios por cada uno de sus hijos más necesitados.
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