CORPUS CHRISTI ( Oración y Reflexión)
ORACION DE ACCION DE GRACIAS
Señor Jesús, tenemos hambre y sed de vida, y de vida en plenitud; por eso te pedimos que nos des siempre de este pan, el pan que nos haga entrar en comunión contigo, que nos haga ser una comunidad de hermanos y hermanas al servicio de los demás; el pan que sacie el hambre y la sed de paz, de justicia, de igualdad, de dignidad que hay en el corazón de nuestro mundo. Y tú nos dices: «Venid y comed, la mesa siempre está preparada, y a esta mesa todos son bienvenidos, nadie es forastero ni puede sentirse extraño.» Pero nosotros, los que con tanta frecuencia nos alimentamos de tu palabra y de tu pan que da la vida eterna, vivimos aún de espaldas u olvidados de algunos de nuestros hermanos, sobre todo si pasan hambre, si sufren injusticias o buscan desesperadamente la alegría de vivir. Y todos los que participamos de la Eucaristía no siempre vivimos formando un solo cuerpo porque cada uno se preocupa más de sí mismo que del bien de sus hermanos y hermanas. Que la conciencia de lo que aún nos falta nos haga desear más intensamente tu misericordia y tu amor, para ser más dignos de recibirte en la Eucaristía.
Salmo 147
Glorifica al Señor, Jerusalén.
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.
Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
ESTANCADOS (Reflexión)
El Papa Francisco está repitiendo que los miedos, las dudas, la falta de audacia... pueden impedir de raíz impulsar la
renovación que necesita hoy la Iglesia. En su Exhortación “La alegría
del Evangelio” llega a decir que, si quedamos paralizados por el miedo,
una vez más podemos quedarnos simplemente en “espectadores de un
estancamiento infecundo de la Iglesia”.
Sus palabras hacen pensar. ¿Qué podemos percibir entre nosotros? ¿Nos estamos movilizando para reavivar la fe de nuestras comunidades cristianas, o seguimos instalados en ese “estancamiento infecundo” del que habla Francisco? ¿Dónde podemos encontrar fuerzas para reaccionar?
Una de las grandes aportaciones del Concilio fue impulsar el paso desde la “misa”, entendida como una obligación individual para cumplir un precepto sagrado, hacia la “Eucaristía” vivida como celebración gozosa de toda la comunidad para alimentar su fe, crecer en fraternidad y reavivar su esperanza en Cristo.
Sin duda, a lo largo de estos años, hemos dado pasos muy importantes. Quedan muy lejos aquellas misas celebradas en latín en las que el sacerdote “decía” la misa y el pueblo cristiano venía a “oír” la misa o “asistir” a la celebración. Pero, ¿no estamos celebrando la Eucaristía de manera rutinaria y aburrida? Hay un hecho innegable. La gente se está alejando de manera imparable de la práctica dominical porque no encuentra en nuestras celebraciones el clima, la palabra clara, el rito expresivo, la acogida estimulante que necesita para alimentar su fe débil y vacilante.
Sin duda, todos, pastores y creyentes, nos hemos de preguntar qué estamos haciendo para que la Eucaristía sea, como quiere el Concilio, “centro y cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana”. Pero, ¿basta la buena voluntad de las parroquias o la creatividad aislada de algunos, sin más criterios de renovación?
La Cena del Señor es demasiado importante para que dejemos que se siga “perdiendo”, como “espectadores de un estancamiento infecundo” ¿No es la Eucaristía el centro de la vida cristiana?. ¿Cómo permanece tan callada e inmóvil la jerarquía? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación y nuestro dolor con más fuerza?
El problema es grave. ¿Hemos de seguir “estancados” en un modo de celebración eucarística, tan poco atractivo para los hombres y mujeres de hoy? ¿Es esta liturgia que venimos repitiendo desde hace siglos la que mejor puede ayudarnos a actualizar aquella cena memorable de Jesús donde se concentra de modo admirable el núcleo de nuestra fe?
P. Juliám Montenegro
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