domingo, marzo 23, 2014

DOMINGO III de CUARESMA

    A medio camino de cuaresma, un itinerario cristiano lleno de sorpresas, se nota algo entre prisa y necesidad. Jesús, el Maestro, quiere inaugurar una experiencia vital en el corazón de quienes, en cualquier momento de la historia, asuman el riesgo de querer ser sus seguidores. Y es lógico que la pedagogía de Jesús, aún siendo muy sugestiva y que anima al corazón, se hace muchas veces no solo difícil al hombre de todo tiempo sino también lleno de misterio ya que, como dice el mismo, “mis planes no son como vuestros planes”.

    La cuaresma se entiende desde la cuaresma de Jesús y solo así podremos descubrir que nuestra vida, un ensayo constante de camino renovado desde la fe, se ha de completar cada día teniendo muy presentes los pasos de Jesús. Aunque muchas veces no caemos en la cuenta, cada día nos exige un cierto precio: tenemos que sujetarnos a muchas cosas que al final nos pasan factura; son la carga que debemos aceptar ya que nuestra vida, en función de los gustos, caprichos, excesos y un largo etc., son como una necesidad que debemos pagar. Si hoy miramos al camino de la cuaresma, veremos que las tentaciones han tenido la luz en el agua del pozo y en la Transfiguración  y cómo en este domingo el camino, sobre todo, interno del hombre, que es siempre búsqueda y sed, tiene no solo un mensaje luminoso sino que es hacer frente y de modo total al cansancio de la vida.

    Sigamos meditando en el camino de la Cuaresma  y presentémonos ante nosotros mismos tres
 fuentes: golpearás la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo (Éxodo 17, 6); el amor de Dios ha sido derramado en  nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado (Romanos 5, 5); si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú y él te daría agua viva (Juan 4, 10). Nuestra actitud debe nacer desde una necesidad: nada terreno me sacia totalmente.  Busco y rebusco, me lleno de cosas que en definitiva no me llenan, soy un estómago interno y externo que abre sus puertas y siempre queriendo llenarse y... ¡nada! Repetir y repetir la escena para quedar en un constante vacío... Jesús nos da la respuesta verdadera y única: el que beba de esta agua –fuentes que invitan a una felicidad que, a la postre no sacian-  vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor que salta hasta la vida eterna (Juan 4,14). Este lenguaje nos deja bastante -¡ojala fuera totalmente!- fuera de nuestras cavilaciones y es que quien habla a una persona sedienta de paz y de felicidad es el mismo que proporciona Agua diferente, sin precio ninguno; solo exige deseos sinceros de ser felices según el plan de Dios.
    La escena diaria del camino hacia la felicidad, algo connatural y necesario en el hombre y en la mujer de todo tiempo, es un itinerario más interior que exterior aunque en la
práctica variemos las prioridades. Tenemos hambre y sed de muchas cosas y nunca sentimos la plenitud tal vez porque las fuentes son de caudal relativo y por otro lado no llenan totalmente. Miramos a la vida y seguimos soñando en otras cosas y miramos a un lado y otro pensando dónde encontrar algo cuando en verdad debemos buscar a Alguien. La mujer samaritana del Evangelio miraba su momento, su sed diaria, su necesidad temporal y se olvidaba de sí misma, de su propio corazón, vacío en el amor y en la felicidad verdadera. Está claro que la mujer samaritana no desaparece en el tiempo: en la historia de la vida y, particularmente, en la experiencia de la fe cristiana, cabe pensar que muchos creyentes estamos inmersos en una vida solo a ras de tierra y que tratamos de arreglar el vacío interior en función de vasos que no contienen el agua verdadera. Vivimos solo en el presente y olvidamos el horizonte, nos preocupamos de una sed pasajera y no nos llena. La mujer samaritana hace el camino diario pero sin tener en cuenta que el Camino no son los días sino es una eternidad  a la cual estamos llamados y que, incluso en los momentos de largo desierto, es posible escuchar siempre: venid a mí los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré (Mt 11, 28).
   
    Hay que pensar en una escena diaria nuestra, como si fuéramos, ojala, una samaritana en busca de la única Fuente que, en definitiva, es el Agua y la Misericordia. Buscar una fe que es verdadera, una Esperanza que es la confianza ilimitada en el Señor, una Caridad que nos llena de amor y de ternura, porque todo esto, aunque no se menciona, ocurre en la samaritana al no cerrar al Maestro su Fuente. ¿Cómo se sacia esta mujer del Agua viva? Basta escuchar: Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga él nos lo dirá todo. Jesús le dice: Soy yo el que habla contigo  (Juan 4,25 - 26). Es como si el espíritu humano encontrara un horizonte ilimitado; es la Fuente del agua viva que llena el corazón siempre que éste se vacíe de sus propias seguridades y llegue como un mendigo lleno de fe al Dios que “restaura con su misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas” (Oración colecta). El cristiano necesita abrir siempre su corazón porque la sorpresa de Dios, Él mismo, se manifiesta siempre que  haya un margen de respuesta. Es cierto que queremos ver pronto la luz y la solución a todo pero la providencia divina no tiene tiempo, esta siempre llamando al corazón y solo es necesario confesar desde la propia indignidad que la misericordia de Dios es eterna. Esa es la Fuente que jamás se cierra y está abierta en toda situación y tiempo de todo aquel que busca la  Verdad.

    A  veces los cristianos quedamos un tanto lejos de la lectura de la Palabra ya pensando que eso es algo para otros. Leemos, por ejemplo hoy, el relato de la samaritana y casi quedamos lejos que ahí está nuestra propia realidad ¿Acaso no somos los que buscamos paz, la bendición, la cercanía de Dios? Pero ocurre que no caemos en la cuenta de que ha sido el Señor quien motiva esos deseos y que Él sigue estando presente en nuestro camino hacia la verdadera felicidad. La Fuente está siempre abierta, es el mismo que antecede a nuestra búsqueda y espera de nosotros un acto de fe en Él...: . Se trataba de un pozo, pero todo pozo es una fuente, aunque no toda fuente sea un pozo. Se llama fuente siempre que el agua mane de la tierra y sirve a las necesidades  de quienes van por ella; si el manantial está a la vista y a flor de tierra se le llama simplemente fuente; si, por el contrario, está hondo y profundo, se le llama pozo, sin dejar de ser fuente. . Ya comienzan los misterios. Pues no en vano se fatiga Jesús; no en  vano se fatiga la Fortaleza de Dios; no en vano se fatiga aquel que nos restablece cuando nos hallamos cansados, no en vano se fatiga  aquel que nos restablece cuando estamos cansados; no en vano se fatiga aquel cuyo abandono nos fatiga y cuya presencia nos fortalece. De todos modos, Jesús se fatiga; y se fatiga del viaje y se sienta; y fatigado se sienta en el pozo, a la hora sexta. Todo esto quiere sugerirnos algo, quiere indicarnos algo; reclama nuestra atención y nos invita a llamar. Ábranos a mí y a vosotros quien se ha dignado exhortarnos con estas palabras: (san Agustín  en el comentario del evangelio según san Juan 15, 5-6. 9-12). 
P.Imanol Larrínaga.         

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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