domingo, agosto 04, 2013

DOMINGO 18 del TIEMPO ORDINARIO


¿Somos capaces de pensar que lo que tenemos o queremos tener nos impide descubrir quiénes somos? De ahí surge que nuestra vista va más, o casi siempre, a tierra llana y no a una mirada de lo trascendente. Dicho de otra manera: ¿nos preocupa más el tener que ser? Es claro que la pregunta está dirigida en perspectiva cristiana y que el tema necesita la respuesta desde la fe y, más, cuando es el Hijo de Dios quien nos da en el evangelio la luz para dejar de un lado el egoísmo y confiar más en la providencia divina.

Un tema de este calibre y tal como aparece en la Palabra de Dios que escuchamos en este domingo, tiene no solo resonancia en el ámbito de la fe, es también una llamada a analizar por dónde caminan o se dirigen nuestros deseos y aspiraciones. El “todos queremos más y más...” no es solo canción de ayer, es siempre un ansia de tener y poseer que no cesa y que, por otro lado, se convierte en una pesadilla donde tienen cabida la envidia, la ira y hasta la sinrazón: “¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente” (Eclesiastés 1, 23). A quien está atribulado por los problemas de una digna existencia humana, le parece casi incomprensible que el tema se resuelva con lo de “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4b). Y, sin embargo, el Señor nos recuerda que la avaricia, el almacenar locamente, el acumular, el tener envidia de los dones de los demás..., no conduce sino a una actitud de desesperanza y hasta de frustración.

Hay que decir que, inmersos como estamos en una visión plenamente terrena de la vida, el planteamiento de la Palabra de Dios nos resbala, no lo queremos escuchar. Lo de ser ricos ante Dios no nos convence; más bien, importa el “eres más cuando más tienes” y eso origina un desajuste en la conciencia y en la vida. La cuestión no se queda solo en lo material, es necesaria una visión de fe para encontrar en uno mismo la realidad de Dios para revestirse de “la nueva condición”. ¿Cuál es ésta?: “ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra” (Col 3, 1). Para dar una respuesta a Jesús que nos dice: “guardaos de toda clase de codicia” (Lc 12, 15) es necesaria la fe; solamente desde la fe se puede creer, apostar y confiar. Estos son los elementos esenciales que presuponen la enseñanza (mandato) de Jesús. 

Todos queremos ser felices y poder vivir con una cierta holgura, pero el creer no es a cualquier precio o a lo que nosotros queramos: hace falta una gran inyección de fe para conseguir un equilibrio entre lo que debe ser el contenido verdadero de una vida cristiana  y cuyo ejemplo es Cristo, y buscar una felicidad  en base a unos criterios sin dignidad. Para muchos cristianos el acento de la fe no predomina ni en sí mismo ni en las cosas, de ahí un tejemaneje de juego sucio en el que predomina la avaricia, la envidia y no dar a la existencia un tinte de sana alegría en razón a aquella lección de san Agustín: “tú puedes ser pobre en la despensa pero rico en la conciencia”. Hay que recordar la profunda pregunta de la primera lectura: “¿Y qué saca el hombre de todo su trabajo y de los afanes con que trabaja bajo el sol?”. En el fondo se nos recuerda que el esfuerzo, la fatiga y el cansancio no guardan proporción con los resultados que se obtienen, pues nunca llegan a satisfacer plenamente las aspiraciones del hombre, nunca se llega hasta el final. Desde la fe ¡qué realismo tiene la plegaria del salmo 89: “enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato”! Sólo la persona que vive la disponibilidad desde el espíritu es verdaderamente “rica para Dios”.

Es importante señalar que el evangelio de hoy está dentro del contexto del anuncio de Jesús sobre su subida a Jerusalén y su mensaje y su camino se centran en el valor del reino que se desvela como la verdadera riqueza de los hombres. El avance del materialismo hace bastante fácil la retirada de la fe, y si ésta se va quedando en un lugar secundario, los ideales cristianos del reino de Dios quedan arrinconados. El reino de Dios nos clarifica quiénes somos de verdad: “despojaos de la vieja condición humana, con sus obras,  y revestíos de la nueva condición que ya se va renovando como imagen de su creador, hasta llegar a conocerlo” (Col 3, 10). Comenta san Agustín: para que nadie piense que debe despojarse de alguna prenda, como se despoja de su túnica, o que debe tomar algo externo, como quien recibe un vestido, como quien se quita y se pone otra, formal carnal de entender que impedirá  a los hombres el obrar espiritualmente en su interior, a continuación expuso en qué consiste el despojarse del hombre viejo y revestirse del nuevo. El resto de la lectura va encaminado a hacerlo entender. Alguien podría decir: < ¿cómo he de despojarme del viejo o revestirme del nuevo? ¿Soy acaso un tercer hombre que he de deponer el viejo hombre que tuve y asumir uno nuevo que no he tenido? Habría que pensar en tres hombres, hallándose en el medio el que depone el viejo y asume el nuevo>. Así, pues, para que nadie, obstaculizado por tal forma carnal de comprender, dejase de hacer lo que se le manda y para no hacerlo buscase excusas en la oscuridad de la lectura, continúa: . En esto consiste el despojarse del hombre viejo y revestirse del nuevo:   (Enarraciones sobre los salmos 25 II, 1-3).  


P. Imanol Larrinaga

0 comentarios:

Related Posts with Thumbnails

Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

  © Blogger templates The Professional Template by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP