Domingo 12 (C) (Za 12,1011; Ga 3,26-29; Lu 9,18-24)
Este
fragmento del evangelio de Lucas podríamos parte en dos la vida pública
de Jesús: es el final de la misión de Jesús en Galilea, con una serie
de acciones milagrosas a favor de los enfermos, predicación de la
Palabra que llegaba al corazón de todos, multiplicación de los panes,
entre la admiración y aplauso de las gentes, y, en adelante, el camino
de subida a Jerusalén, donde va a sufrir el acoso por parte de los
poderes político religiosos, el rechazo creciente de parte de muchos, la
pasión y la muerte.
Y es en este momento cuando formula a sus discípulos unas preguntas
acerca de él mismo. ¿Quién dice la gente que soy yo? Es lo que ahora
llamaríamos un sondeo de opinión o una encuesta a pie de calle.
Las variadas respuestas dan idea de las diferentes opiniones que había
en el pueblo. Todas ella referentes a un mesías guerrero, triunfador y
glorioso…También hoy serían muy variadas, algunas contradictorias, en
las gentes de nuestro tiempo, nuestro país, incluso en la parroquia si
preguntáramos qué pensamos de Jesús.
Pero no interesa tanto a Jesús las respuestas de la gente. La pregunta
importante la formula a continuación y la dirige a sus discípulos: Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo? Después de convivir con él, después
de oír sus palabras y de ver sus hechos, esperaba que se fuera
perfilando la idea acerca del Mesías. La respuesta la da Pedro, como
siempre, pero afirma algo que no excluye del todo la idea que tenía el
pueblo. Todavía cree y espera un Mesías político religioso.
Esto ocurrió entonces, y esto ocurre también ahora. Es decir, también
Jesús nos pregunta hoy qué pensamos acerca de él. Y espera una
respuesta, no la aprendida de los libros de catecismo, sino lo que cada
uno de nosotros siente, experimenta y cree acerca de él. ¿Qué dicen de
Jesús las gentes que todos los días llenan y atiborran el metro y los
autobuses, los jóvenes con sus litronas los fines de semana y quienes no
van a ellas, los veraneantes estos días en las playas y en la sierra?
¿Qué dicen de Jesús los medios comunicación social (prensa, radio,
televisión…), la cultura en sus diversas manifestaciones, (libros, cine,
teatro…), el mundo del trabajo, mis amigos?
¿Es sólo un personaje muy importante en la historia de la humanidad, que
cambió el rumbo de la historia, admirable por sus hechos, maestro de
multitudes, obrador de milagros y que culminó su vida en una cruz? ¿O es
alguien que resucitó y vive hoy, amigo y hermano, camino que me lleva
al Padre, que me ofrece y me regala una vida siempre nueva?
¿Qué dice, no tanto tu mente, cuanto tu corazón y el mío? ¿Es alguien
sólo digno de admiración y encanto, por su mensaje, su vida, sus hechos,
su misma persona? ¿O alguien, más bien, que está a tu lado, que
comparte tu vida, te conduce y te lleva, como dice el salmo, a los
mejores pastos, que se te ofrece en alimento para que no mueras y tengas
vida? ¿Es el todo para ti, como lo era para san Pablo y para sus más
fieles seguidores?
¿Cómo sientes su presencia en tu misma vida? ¿Es alguien que te exige y
manda, que castiga o premia según tu comportamiento, o, más bien, el
amigo fiel, que te comprende y te ama, anima tu esperanza, lo único que
merece la pena? ¿Consideras todo lo demás, como decía San Pablo basura o
pérdida, comparado con la única riqueza que es Cristo?
¿Qué
es hoy lo más importante en tu vida, lo que está por encima de todo?
¿Es Jesús, o es, más bien, cualquier otra cosa, por muy valiosa o
legítima que ella sea? ¿Qué pide hoy Jesús? Escucha lo que dice a
continuación: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue
con su cruz y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la
perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará.
Es todo un programa de vida. Algún ejemplo: Una madre, cuando lo es de
verdad, se niega a sí misma porque no busca su propio bien, sino el de
sus hijos y su esposo, asume y carga la cruz que conlleva su misión de
madre (trabajo, desvelos, preocupación constante, sufrimiento, etc.).
Todo esto es propio de su condición de madre. Si buscase, por encima de
todo, su propio bien, la familia sería un desastre. Pero si para ella lo
primero y más importante es el esposo y los hijos, la familia será otra
cosa.
Valga este ejemplo para decirnos cómo tiene que ser nuestra vida de
seguidores de Jesús. El camino de seguimiento de Jesús no es fácil;
comporta esfuerzo y renuncias (es la cruz), pero lleva a la vida. ¡Qué
distinto sería nuestro mundo si viviéramos de esta forma! Sería más
humano, más justo, más pacífico, más lleno de amor generoso y fecundo.
Es lo que nos propone hoy Jesús, el maestro, el amigo fiel, el Mesías,
el único Salvador.
P. Teodoro Baztán
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