viernes, octubre 07, 2011

Unidos en oración

El dolor de dos padres conmueve a Perú
Noticia del diario El País de España

El país entero se ha volcado con Walter Oyarce, cuyo vástago fue asesinado en un estadio de fútbol, y Ciro Castillo, que busca a su descendiente, desaparecido hace más de seis meses en la montaña
Jaime Cordero Lima 7 OCT 2011

No es necesario ser padre para comprender la magnitud del dolor que se siente al perder un hijo. “La muerte de un hijo es un escándalo, es contra natura”, dijo una vez el pintor peruano Fernando de Szyszlo, que perdió a su hijo Lorenzo en un accidente de aviación hace más de 10 años. Walter Oyarce y Ciro Castillo Rojo han pasado el mismo dolor. Ambos protagonizan dos de los casos policiales más sonados del año en Perú, los que acaparan la atención de los titulares de la prensa popular, generan amplios reportajes en los diarios y revistas y ocupan buena parte del tiempo en los programas de televisión. Pero algo más que la tragedia emparenta a estos dos señores: su capacidad de sobreponerse al dolor e iniciar cruzadas personales les ha ganado la solidaridad y el respeto de un país entero.

Las circunstancias de sus dramas son totalmente disímiles, incluso el sentido del verbo perder varía en cada caso. Walter Oyarce vio morir a su hijo de 23 años -también llamado Walter- en el escenario más público posible: el estadio más grande de Lima, el Monumental, lleno por la celebración de un partido clásico, hace menos de dos semanas. Ciro Castillo Rojo todavía no encuentra al suyo -que también se llama Ciro, y ahora tendría 27-, perdido en el agreste cañón del Colca, en la sierra sur del país. Hace ya más de seis meses que se inició su búsqueda y todavía no hay resultados, pese al despliegue de policías y equipos de búsqueda peruanos y extranjeros. Aunque no se ha hallado un cadáver, lo que empezó como una operación de rescate ha derivado, con el tiempo, en la investigación de un presunto homicidio que ha inspirado toda clase de teorías.

Víctima de los ‘barrabravas’

    Walter Oyarce hijo, de 23 años, falleció tras ser arrojado desde un palco en el estadio Monumental de Lima

La muerte de Walter Oyarce, en el estadio Monumental, el pasado 24 de octubre, conmocionó a todo el país. Walter hijo, fanático de Alianza Lima, falleció luego de ser arrojado desde un palco hacia la zona de tribunas del estadio Monumental de Lima -una altura de aproximadamente 10 metros- por vándalos hinchas del Club Universitario de Deportes, que desataron una batalla campal ampliamente documentada en fotos y vídeos en la red. La indignación por un crimen tan horrendo aumentó cuando se difundieron más detalles: la prácticamente nula reacción de la policía (nadie fue detenido en el estadio) y que entre los sospechosos había gente que no se ajusta en el estereotipo del barrabrava pobre e ignorante. El principal sospechoso de haber empujado a Walter es hijo de un connotado notario limeño, empresario y administrador de discotecas, que unas horas después del crimen compró un pasaje para volar esa misma noche a Miami (regresó días después y fue de inmediato detenido).

Las reacciones al crimen fueron duras. El Gobierno dispuso que todos los partidos del campeonato se jueguen sin público hasta que se establezcan medidas para garantizar la seguridad de los estadios. En respuesta, los clubes de fútbol decidieron no jugar.

Hasta que llegó el domingo 2 de octubre. Tras una semana de muchas destempladas declaraciones, Walter Oyarce padre rompió su comprensible silencio mediático con un mensaje conciliador. Aseguró confiar en el trabajo de la policía y el poder judicial para castigar a los asesinos de su hijo. “Para ellos no tengo rencor, no merecen mi odio”, declaró. Y luego anunció que creará una fundación para ayudar a sacar del entorno de violencia a los integrantes de las barras bravas. “La muerte de mi hijo no va a ser inútil. Tiene que tener un valor. He perdido un hijo, pero ganaré miles”, dijo.


El estudiante perdido

El doctor Castillo Rojo también quiere justicia. Pero primero tiene que encontrar a su hijo. Ahora mismo está dirigiendo la búsqueda de Ciro. “Me quedaré aquí todo el tiempo que sea necesario, hasta encontrarlo”, enfatiza en una atropellada conversación telefónica con este diario. Ciro Castillo Rojo padre sospecha de Rosario Ponce, la novia de su hijo y su acompañante en el viaje (presuntamente) fatídico. Cree que ella podría haberlo asesinado, quizás con ayuda de un tercero. Millones en Perú opinan como él, aunque no haya una prueba contundente. Para empezar, no hay cuerpo. Pero eso no detuvo al doctor Ciro Castillo Rojo de presentar una denuncia contra ella por homicidio, la misma que, según algunos medios, podría archivarse pronto debido a que se ha superado el plazo establecido para las investigaciones. “No vamos a permitir que se archive, por la relevancia del caso, no va a suceder. Además, tenemos nuevas pruebas, el expediente del fiscal ya tiene 2.000 páginas” alcanza a afirmar antes de que la comunicación se corte abruptamente, desde los agrestes desfiladeros del cañón del Colca.

Ciro hijo y Rosario Ponce, ambos estudiantes de ingeniería forestal, iniciaron en enero un largo periplo por varias regiones de la selva y sierra sur del país, que los llevó en abril al cañón del Colca, en Arequipa, reducto del cóndor, zona de bellos paisajes y creciente atractivo turístico. El 4 de abril, Rosario se comunicó con un amigo a través de su móvil y le informó que se habían perdido. Se inició una intensa búsqueda, y el 13 de abril, un equipo de rescate encontró a Rosario en el nevado Bomboya. Entonces se reportó que presentaba síntomas de hipotermia. Ciro no estaba con ella. Según Rosario, se separaron porque ella estaba muy débil y él dijo que iba a buscar ayuda.

Al día siguiente, Rosario regresó a Lima sin su novio, para recuperarse. Volvió una semana después para ayudar en la búsqueda, pero solo permaneció un día. A partir de allí, sucesivas demostraciones de indiferencia, y supuestas contradicciones en las versiones que dio sobre las circunstancias en que se extraviaron han hecho que, para muchos, Rosario pase de víctima a sospechosa. La prensa sensacionalista también ha hecho su parte, convirtiendo el caso en el espectáculo mediático del año y dando pie a un sinnúmero de teorías, la mayoría sin más asidero que el mero afán de elucubrar y vender periódicos. Para el poder judicial, Rosario no es acusada de nada pero el efecto en la opinión pública sobre su imagen ha sido demoledor. La última vez que viajó al Colca, ya como testigo del caso que lleva la fiscalía, tuvo que desplazarse con resguardo policial, debido a que la población la insultó y amenazó con apedrearla.

Para la familia Castillo Rojo, la vida no volverá a la normalidad hasta que aparezca Ciro y se esclarezca el caso. De momento, el coste emocional por la desaparición es alto. Su madre no ha podido seguir en la búsqueda, debido a una úlcera sangrante que los médicos atribuyen al estrés. El doctor Castillo Rojo ha dejado temporalmente su trabajo y ahora recibe donaciones para financiar a los equipos de rescate extranjeros que han llegado a ayudarlo en el Colca. Por donde va, recibe el apoyo de la gente. No hace mucho, pobladores en la ciudad de Arequipa empezaron a reunir firmas para pedir a las autoridades que no detengan la búsqueda ni las investigaciones.

Walter Oyarce Delgado y Ciro Castillo Rojo Salas se han convertido, a partir de sus tragedias, en dos personajes claves del año en Perú. Sus historias son muy diferentes; no tanto debe serlo el dolor que sienten ellos y sus familias. El respeto que se han ganado de los peruanos, eso sí, está muy cerca de ser unánime.

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