sábado, junio 18, 2011

EL PADRE

“El amor del esposo es fuerte, pero carnal y celoso; el del hermano está frecuentemente envenenado por la envidia; el del hijo, manchado tal vez de rebelión; el del amigo está manchado de engaño; el del amo, henchido de orgullosa condescendencia.

Pero el amor del padre a los hijos es el perfecto amor, el puro, desinteresado amor. El padre hace por el hijo lo que no haría por ningún otro. El hijo es obra suya, carne de su carne, hueso de sus huesos; es una parte suya que ha crecido a su lado día tras día; es una continuación, un perfeccionamiento, un complemento de su ser; el viejo revive en el joven; lo pasado se mira en lo futuro; quien ha vivido se sacrifica por quien debe vivir; el padre vive para el hijo, se complace en el hijo, en el hijo se contempla y exalta. Cuando dice criatura, piensa en sí creador, aquel hijo le ha nacido en un momento de su voluptuosidad, entre los abrazos de la mujer escogida entre todas las mujeres; le ha nacido del dolor divino de esta mujer; le ha costado después lágrimas y sudores; le ha visto crecer entre sus pies, a su lado; le ha calentado las manitas frías entre las suyas; ha oído su primera palabra –eterno milagro siempre nuevo-; ha visto sus primeros pasos vacilantes sobre el pavimento de su casa; ha visto, poco a poco, en aquel cuerpo formado por él, florecido bajo sus ojos, brillar, manifestarse un alma –una nueva alma, tesoro único que con nada se compra-; ha sorprendido en su rostro cómo se repetían poco a poco las facciones propias y, juntamente, las de su esposa, las de la mujer con la cual sólo en aquel fruto común se hace un mismo ser sin más división de cuerpos –la pareja que quisiera en el amor ser un solo cuerpo y solamente lo consigue el hijo-; y ante aquel nuevo ser, obra suya, se siente creador, benéfico, poderoso, feliz. Porque el hijo lo espera todo del padre, y mientras es pequeño sólo tiene fe en el padre y únicamente está seguro junto al padre.


El padre sabe que debe vivir para él, sufrir por él, trabajar para él. El padre es como un dios terrestre para el hijo, y el hijo es casi un dios para el padre.


En el amor del padre no hay huella de los cumplidos y de la costumbre del hermano, del cálculo y de la emulación del amigo, del lascivo deseo del amante, del fingido afecto del servidor. El amor del padre es, en lo humano, el más puro amor, el solo amor, verdaderamente amor, el único que se puede llamar amor; libre de toda mixtura de elementos extraños a su esencia, que es la felicidad de sacrificarse por la felicidad ajena”.


(De la obra HISTORIA DE CRISTO de Giovanni PAPINI, Edic. Edibesa, págs. 39-40).



¡ PAPÁ, GRACIAS HOY Y SIEMPRE !

¡ QUE DIOS LOS BENDIGA !


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Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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