lunes, abril 18, 2011

LUNES SANTO

Enjuga los pies del Señor con lo que tienes de superfluo
Jn 12, 1-11


Hemos oído el hecho; busquemos ahora su significado. ¡Oh alma, cualquiera que seas!, si quieres ser fiel, unge a imitación de María los pies del Señor con precioso ungüento. Aquel ungüento significaba la justicia –por eso pesaba una libra- y era de nardo pístico de elevado precio. Debemos creer que lo llama pístico porque había un lugar con ese nombre, de donde procedía el ungüento. Pero tampoco esta palabra está vacía de misterio, antes bien se halla muy en consonancia con él. Pistis en griego significa fe. Querías obrar la justicia: el justo vive de la fe. Unge los pies de Jesús. Sigue las huellas de Jesús con tu buena vida. Seca sus pies con tus cabellos: si tienes cosas superfluas, repártelas a los pobres, y así enjugas los pies del señor, ya que los cabellos parecen ser lo superfluo del cuerpo. Tienes en que emplear lo que te sobra; para ti son cosas superfluas, mas para los pies del Señor que andan por el mundo. ¿De quiénes, sino de sus miembros han de decir al fin del mundo: Cuando lo hicisteis a uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis? (Mt 25, 40). Distribuisteis lo que os sobraba en obsequio a mis pies.

La casa se llenó de olor y el mundo se llena de la buena fama, porque la buena fama es un olor agradable. Quienes, llamándose cristianos, viven mal injurian a Cristo; por ellos – se dice- es blasfemado el nombre de Dios (Rom 2,24). Si por esos tales es blasfemado el nombre de Dios, por los buenos es alabado su santo nombre. Oye decir al Apóstol: En todo lugar somos el buen olor de Cristo. Y en el Cantar de los Cantares encontramos: Tu nombre es ungüento derramado (Cant 1,2). Pero volvamos al Apóstol: En todo lugar –dice- somos el buen olor de Cristo para los que se salvan y para los que se condenan; para unos somos olor de vida para la vida; para otros olor de muerte para la muerte. ¿Quién será capaz de entenderlo? (2Cor 2,14-16).

La presente lectura del santo evangelio nos brinda la oportunidad de hablar de este olor, exponéroslo yo con la suficiente claridad y oírme vosotros con la debida atención. Mas, habiendo preguntado el Apóstol, ¿Quién será capaz? ¿me consideraré yo tal, a pesar de todos mis esfuerzos, para hablaros de este olor, o seréis vosotros idóneos para oír tales cosas? Yo ciertamente no lo soy, pero sí lo es aquel que por mi boca se digna deciros lo que es provechoso. El Apóstol, por propia confesión, es olor bueno y ese olor bueno para unos es olor de vida que hace vivir, y para otros olor de muerte que causa la muerte. El olor, no obstante, siempre es bueno. ¿Dijo, por ventura, que para unos era olor bueno para la vida y para otros olor malo para la muerte? Afirmó ser olor bueno, no malo; pero el mismo olor era de vida para unos y de muerte para otros. Felices los que viven del buen olor. Per, ¿puede darse infelicidad mayor que la de quienes mueren con el buen olor?

Dirá alguno: ¿Quién es el que muere con el buen olor? Esto es lo que dice el Apóstol: ¿Quién será capaz de entenderlo? En la medida en que yo pueda descubrirlo, no debo dejar de deciros cómo obra Dios estas cosas de modos admirables, haciendo que con el buen olor vivan los buenos y mueran los malos. El Señor se dignará concederme su inspiración, porque quizá aquí se oculte algún significado más profundo que yo no alcance a penetrar. Unos amaban y otros envidiaban al santo apóstol Pablo que obraba el bien, que vivía santamente, que predicaba la justicia que reproducía en sus obras, maestro admirable, administrador fiel, cuya fama llegaba a todas las partes. El mismo dice en otro lugar que algunos predicaban a Cristo no con recta intención, sino por envidia, pensando hacerle de este modo más pesadas sus cadenas. Mas ¿qué dice?: Lo que importa es que Cristo sea anunciado, sea por oportunismo, sea por verdad (Flp 1, 17-18). Lo anuncian quienes me aman y quienes sienten envidia de mí; solo deseo que unos y otros den a conocer el nombre de Cristo y el mundo se llene de ese buen olor. Si has amado a quien obraba santamente, el buen olor te ha dado la vida; si le has envidiado, el buen olor te ha causado la muerte. ¿Acaso porque tú hayas querido darte la muerte, has convertido en malo ese buen olor? No seas envidioso y el buen olor no te causará la muerte.
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Escucha finalmente, cómo en esta ocasión este ungüento era para unos buen olor de vida y para otros buen olor de muerte. Después de esa acción piadosa de María en obsequio al Señor, uno de sus discípulos, llamado Judas Iscariote, el que le había de entregar, dijo: ¿Por qué no se ha vendido este ungüento en trescientos denarios y se ha dado a los pobres? ¡Ay de ti, miserable; el buen olor te ha causado la muerte! El santo evangelista declara por qué motivo dijo Judas esas palabras. Hasta nosotros pensaríamos que podía haberlo dicho por amor a los pobres, si el mismo evangelio no nos hubiese descubierto su intención. No fue por eso. Escucha a un testigo veraz: Él dijo esto no porque le preocupasen los pobres, sino porque era ladrón y, teniendo la bolsa, llevaba lo que en ella se depositaba. ¿Lo llevaba o lo sacaba? Por su oficio lo llevaba, por ser ladrón lo sacaba.

Comentarios sobre el evangelio de San Juan 50, 6-9.

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