SANTA MÓNICA
CELEBREMOS A NUESTRA PATRONA
27 de agosto
Mónica (Tagaste, actual Souk Ahras, Argelia, 331/332 - Ostia, Roma,
387), nació en una familia cristiana de buena condición social. Era
todavía una adolescente cuando fue dada como esposa a Patricio, pequeño
propietario y miembro del consejo municipal de Tagaste, que todavía no
había recibido el bautismo. Ganó para Cristo a su marido y después
consiguió la conversión de Agustín, «el hijo de tantas lágrimas». Con
inmenso gozo asistió a su bautismo en la Pascua del año 387. Cuando
regresaba a África con Agustín y sus amigos, murió en Ostia Tiberina, a
las puertas de Roma, en el otoño del año 387, antes del 13 de
noviembre. Tenía 55 años. Dos semanas antes madre e hijo habían
experimentado el dulce éxtasis de Ostia, «en el cual en un supremo
impulso del corazón llegaron a rozar la sabiduría hacedora de todas las
cosas, dejando allí prendidas las primicias de nuestro espíritu» (Conf.
9, 10, 24). Sus restos mortales se veneran en la iglesia de san Agustín
de Roma.
Después de establecer los agustinos, el 5 de mayo, la fiesta de la Conversión de san Agustín en 1341, no se tardó en hacer memoria de su madre Mónica en el día anterior, 4 de mayo, pues no se conoce el día de su muerte. Con este mismo criterio, el calendario romano de 1969 trasladó su memoria al 27 de agosto: así se subrayan los lazos que unen a madre e hijo.
Por su fortaleza de ánimo, el ardor de su fe, la firmeza de su esperanza, la agudeza de su inteligencia, la sensibilidad a las exigencias de la convivencia social y su asiduidad en la oración y en la meditación de las Sagradas Escrituras, Mónica encarna el ideal de la auténtica esposa y madre cristiana.
Después de establecer los agustinos, el 5 de mayo, la fiesta de la Conversión de san Agustín en 1341, no se tardó en hacer memoria de su madre Mónica en el día anterior, 4 de mayo, pues no se conoce el día de su muerte. Con este mismo criterio, el calendario romano de 1969 trasladó su memoria al 27 de agosto: así se subrayan los lazos que unen a madre e hijo.
Por su fortaleza de ánimo, el ardor de su fe, la firmeza de su esperanza, la agudeza de su inteligencia, la sensibilidad a las exigencias de la convivencia social y su asiduidad en la oración y en la meditación de las Sagradas Escrituras, Mónica encarna el ideal de la auténtica esposa y madre cristiana.
Tomado de: agustinosrecoletos.com
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