SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
Cuando se come a Cristo se come la vida
Jn 6, 51-59
Los fieles saben que comen la carne de Cristo: cada uno recibe su parte, razón por la que a esa gracia llamamos 'partes'. Se le come en porciones y permanece todo entero; en el sacramento se le come en porciones y permanece íntegro en el cielo, íntegro en tu corazón. Íntegro estaba junto al Padre cuando vino a la Virgen; la llenó pero sin apartarse de él. Venía a la carne para que los hombres la comieran y, a la vez, permanecía íntegro en el Padre, para alimentar a los ángeles. Para que lo sepáis, hermanos, -los que ya lo sabéis, y quienes no lo sabéis, debéis saberlo-, cuando Cristo se hizo hombre, el hombre comió pan de los ángeles (Salmo 77, 25). ¿En base a qué, cómo, por qué camino, por mérito de quién, por qué dignidad iba a comer el hombre pan de los ángeles, si el creador de los ángeles no se hubiera hecho hombre? Comámosle, pues, tranquilos; no se acaba lo que comemos; comámoslo para no agotarnos nosotros. ¿En qué consiste comer a Cristo? No consiste solo en comer su cuerpo en el sacramento, pues son muchos los que lo reciben indignamente. De ellos dice el Apóstol: Quien come el pan y bebe el cáliz indignamente, come y bebe su condenación (1 Cor 11, 29)”.
Pero ¿cómo ha de ser comido Cristo? Como él mismo lo indica: Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él (Jn 6, 57). Así, pues, si el permanece en mí y yo en él, es entonces cuando me come y bebe; quien, en cambio, no permanece en mí ni yo en él, aunque reciba el sacramento, lo que consigue es un gran tormento. Lo que él dice: Quien permanece en mí, lo repite en otro lugar: Quien cumple mis mandamientos, permanece en mí y yo en él (1 Jn 3, 24). Ved, pues, hermanos, que, si los fieles os separáis del cuerpo del Señor, es de temer que os muráis de hambre. Él mismo dijo: Quien no come mi cuerpo ni bebe mi sangre no tendrá en sí la vida (Jn 6, 54). Si, pues, os separáis hasta el punto de no tomar el cuerpo ni la sangre del Señor, es de temer que muráis; en cambio, si lo recibís y bebéis indignamente, es de temer que comáis y bebáis vuestra condenación.
Os halláis en grandes estrecheces; vivid bien y estas estrecheces se dilatarán. No os prometáis la vida si vivís mal; el hombre se engaña cuando se promete a sí mismo lo que no le promete Dios. Mal testigo, te prometes a ti mismo lo que la verdad te niega. Dice la Verdad: 'Si vivís mal, moriréis por siempre', y ¿dices tu: Viviré ahora mal, pero viviré por siempre con Cristo'? ¿Cómo puede ser posible que mienta la Verdad y digas tú verdad? Todo hombre es mentiroso (Salmo 115, 11). Por tanto, no podéis vivir bien si él no os ayuda, si él no os lo otorga, si él no os lo concede. Orad y comed de él. Orad y os libraréis de esas estrecheces. Al obrar el bien y al vivir bien, él os llenará. Examinad vuestra conciencia. Vuestra boca se llenará de alabanza y gozo de Dios, y, una vez liberados de tan grandes estrecheces, le diréis: Libraste mis pasos bajo mí y no se han borrado mis huellas” (Salmo 17, 37)
Sermón 132 A.
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