NOVENA A SANTA MAGDALENA DE NAGASAKI (IV)
Día cuarto
El 20 de junio de 1623, un grupo de once misioneros, procedentes de Filipinas, consigue burlar la estrecha vigilancia japonesa y desembarcar en el puerto puerto de Ichiki. Entre ellos van dos agustinos recoletos; uno español, Francisco de Jesús, y otro portugués, Vicente de san Antonio. Ambos tienen 33 años y se distinguen por la austeridad de su vida, por su pobreza, por su ardor apostólico. El ardor y el ímpetu que nace de su carisma, de su íntima unión con Dios, les hará producir muchos frutos. Vicente se queda en Nagasaki; Francisco sigue hasta la isla de Hiroshima para aprender la lengua, y volverá a Nagasaki al año siguiente.
La joven Magdalena se siente atraída por la austeridad de la vida, por el celo apostólico y por el aura de espiritualidad que emana de los dos frailes recoletos. Así había concebido ella la vida de una persona consagrada a Dios. Desea asemejarse a ellos, unirse a su labor apostólica, aprender de sus labios el secreto de su espiritualidad. Ha hablado muchas veces con el padre Vicente y le ha expuesto sus inquietudes y sus deseos. El buen misionero la ha comprendido y la ha animado a vestir el hábito de terciaria agustina recoleta. Es lo que deseaba la joven Magdalena. "Con humildad y lágrimas, dice su biógrafo, pidió al santo Fray Francisco de Jesús, Vicario Provincial..., le diese el hábito de religiosa". Era probablemente el año 1624. Y un año más tarde, emitiría los votos de obediencia y de virginidad.
Magdalena no es propiamente una religiosa. Es una terciaria seglar agustina recoleta; una persona consagrada que vive el ideal agustino recoleto trabajando en el mundo. Desde el día de la profesión, forma parte de la familia agustino-recoleta. Ha perdido a sus padres, pero ha encontrado otros padres que la aman en Cristo y la dirigen en el camino de la vida hacia la santidad. Y encuentra pronto también una numerosa familia que la arropa. No está ya sola. Otros hermanos terciarios y terciarias van engrosando en Nagasaki la familia. Ella, Magdalena, joven en años, es sin embargo la primogénita, la hermana mayor, la que da a todos ejemplo de austeridad y de celo apostólico.
Para añadir a la oración comunitaria:
Por todos nuestros amigos y compañeros, para que encuentren en nosotros el ejemplo de vida entregada a Cristo y de fidelidad a nuestro compromiso bautismal. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.
La joven Magdalena se siente atraída por la austeridad de la vida, por el celo apostólico y por el aura de espiritualidad que emana de los dos frailes recoletos. Así había concebido ella la vida de una persona consagrada a Dios. Desea asemejarse a ellos, unirse a su labor apostólica, aprender de sus labios el secreto de su espiritualidad. Ha hablado muchas veces con el padre Vicente y le ha expuesto sus inquietudes y sus deseos. El buen misionero la ha comprendido y la ha animado a vestir el hábito de terciaria agustina recoleta. Es lo que deseaba la joven Magdalena. "Con humildad y lágrimas, dice su biógrafo, pidió al santo Fray Francisco de Jesús, Vicario Provincial..., le diese el hábito de religiosa". Era probablemente el año 1624. Y un año más tarde, emitiría los votos de obediencia y de virginidad.
Magdalena no es propiamente una religiosa. Es una terciaria seglar agustina recoleta; una persona consagrada que vive el ideal agustino recoleto trabajando en el mundo. Desde el día de la profesión, forma parte de la familia agustino-recoleta. Ha perdido a sus padres, pero ha encontrado otros padres que la aman en Cristo y la dirigen en el camino de la vida hacia la santidad. Y encuentra pronto también una numerosa familia que la arropa. No está ya sola. Otros hermanos terciarios y terciarias van engrosando en Nagasaki la familia. Ella, Magdalena, joven en años, es sin embargo la primogénita, la hermana mayor, la que da a todos ejemplo de austeridad y de celo apostólico.
Para añadir a la oración comunitaria:
Por todos nuestros amigos y compañeros, para que encuentren en nosotros el ejemplo de vida entregada a Cristo y de fidelidad a nuestro compromiso bautismal. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.
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