lunes, julio 02, 2018

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO- B- Reflexión

En esta ocasión san Marcos nos presenta una historia dentro de otra. Dos milagros de Jesús. Los dos en favor de la mujer. Una de ellas lleva doce años con flujos de sangre que no podía detener. Los médicos de entonces no eran capaces de curarla.

Pero tenía un problema mucho más serio. La ley mosaica no permitía su participación en el culto. Era considerada impura. Y peor todavía: nadie la podía tocar, ni abrazar ni besar. Ni siquiera por su propio marido o por sus hijos. Según la ley, al tocarla cualquiera de ellos hubiera quedado también impuro.

Pero para Jesús la persona, hombre o mujer, está por encima de la ley. Dirá en otra ocasión: El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. Sólo exige un requisito indispensable: tener fe en él. La mujer queda curada y Jesús le dice: Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad.

Jesús no discrimina a nadie, sea quien sea, enfermo o pecador, hombre o mujer, pobre o no. Para él, la única impureza, no es la del cuerpo, sino la del alma. Y ésta queda limpia. Basta creer y confiar en Jesús. Como confió plenamente esta mujer. Y, con su curación, recobró su dignidad y la libertad. 

Estamos llamados, por ser seguidores y creyentes en Jesús, a dignificar la vida de las personas, a crear vida a nuestro alrededor, a no discriminar a nadie, a ver en el otro -mucho más si es débil, enfermo o necesitado- a un ser humano como nosotros, a un hijo de Dios. Estamos llamados a integrar y no marginar, a acoger y no desechar. 

Y también a confiar siempre y en todo en el Señor. Como esta mujer necesitada y valiente, enferma y llena de fe. A Jesús lo encontramos en los caminos de nuestra vida. Pasa siempre a nuestro lado. Más aún, está siempre con nosotros y camina con nosotros. Es amor y se da con amor.

Y hay un segundo episodio en este párrafo del evangelio. Se acerca a Jesús un padre para pedirle que cure a su hija de sólo doce años. Y Jesús no lo piensa dos veces: va a su casa con él. Y en el camino le dice que no moleste al maestro, porque la niña acaba de morir. Jesús consuela al padre y le dice: No temas. Basta que tengas fe. De nuevo el tema, o mejor, el requisito de la fe. Jesús no realiza milagros para que tengamos fe, sino que exige la fe para hacer el milagro. 

Llega a la casa y, al ver a un grupo de mujeres llorando, pronuncia unas palabras muy significativas: La niña no está muerta, está dormida. ¿Qué tienen de particular estas palabras de Jesús? Cuando en cierta ocasión le comunican que su amigo Lázaro había muerto, dice a sus discípulos: Nuestro amigo Lázaro está dormido: voy a despertarlo. 

Para el Señor, la muerte del creyente viene a ser un dormir para despertar a la vida nueva. Es que está dormido no está muerto, sino fuera de sí, con sus facultades mentales y afectivas sus pendidas, y despertará a su tiempo. La palabra cementerio, que es de origen griego, significa dormitorio, o lugar donde están los que duermen.

Para lo que no creen, la muerte viene a ser un volver a la nada, un acabarse del todo, una separación definitiva. Pero Dios nos ha creado para la inmortalidad. Moriremos, es verdad, a la vida humana, pero despertaremos a la vida plena y para siempre feliz con Dios. Esta es nuestra fe y esta es también nuestra esperanza. 

Jesús se acerca a la niña, la toma de la mano y le dice: Contigo hablo, niña, levántate. La niña se levantó inmediatamente y echó a andar. Lo mismo nos dirá a cada uno de nosotros cuando nos llegue e momento de la muerte: Contigo hablo, despierta, levántate y vive la vida nueva, eterna y feliz.
Nos resucitará si hemos creído en él siempre hasta el momento final. Poco antes de resucitar o de despertar a su amigo Lázaro, le dice a Marta, su hermana: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, resucitará.

La fe mueve montañas y levanta sepulcros. Pero la fe no es tanto creer en una serie de verdades, que también, sino en vivir unidos a Cristo, permanecer en él, vivir su misma vida. Quien así vive, no puede morir para siempre. 

Son dos milagros de Jesús que nos llenan de gozo, reafirman nuestra fe y animan el amor.

P. Teodoro Baztán Basterra. OAR.

0 comentarios:

Related Posts with Thumbnails

Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

  © Blogger templates The Professional Template by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP