miércoles, abril 11, 2018

Lectio Divina Domingo II de Pascua (Ciclo B)

A los ocho días de la Pascua de Resurrección nos encontramos en el misterio de la DIVINA MISERICORDIA. Así se plantea en el sentido de la Liturgia este domingo y como expresión de un fondo del espíritu que requiere plenificarse para que la Resurrección del Señor se asiente mejor en el corazón y nos descubra el significado total de la gracia en el corazón de cada creyente.
  
El dato que justifica el denso sentido del misterio se presenta maravillosamente en el salmo responsorial: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

         He ahí la razón, se nos indica en el Evangelio: para que creáis  que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. El todo tiempo de Pascua tiene que abrirnos un camino limpio, una esperanza y, también, un estilo de vida que tenga conexión total con el misterio de Cristo. Es una llamada que abarca toda nuestra vida y toda nuestra persona: Paz a vosotros. Con esta certeza, debemos dar a nuestro corazón y a nuestra vida una visión distinta: no somos cualquier cosa, hemos sido creados, recibimos todo el amor de Dios y nuestra existencia tiene que orientarse según la voluntad de Quien nos creó.

         Desde las resurrección del Señor nuestas personas tienen no solo un mundo nuevo sino especialmente una nueva vida y esto implica al cristiano a una visión de sí mismo desde el sentido profundo de la fe: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios. Todo se transforma con la presencia de Cristo. Quien ama a Dios tiene que destacar que esa es la fuerza victoriosa que ha vencido al mundo. La fe que vence al mundo es victoria y el que cree es vencedor. Al hacer esta afirmación sa añade un toque de esperanza. Cuando dice que el amor a Dios consiste en que “guardemos sus mandamientos”, añade: “y estos mandamientos no son pesados”. Estamos lejos de una espiritualidasd triste, que necesita mucho esfuerzo para vencer al mundo. El mundo se vence con la fe, con el amor y con la alegría.

         Todo se transforma con la presencia de Cristo al entrar donde están los apóstoles: La paz con vosotros. La paz, en el conjunto de todos los bienes y el saludo de Jesús, va acompañado con un gesto muy expresivo: . Jesús muestra los signos de su sacrificio; tanto las manos como el costado van a jugar un papel importante en la aparición a Tomás. El evangelio narra a continuación la reacción de los presentes: los discípulos se alegraron de ver al Señor. Sin duda, esta alegría  es la que Jesús había prometido a sus discípulos en el discurso de la última cena.

         ¡Cómo suena el Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecadod, les quedan perdonados…! Se cumple la promesa de Jesús acerca del envío del Espíritu Santo. Este nombre indica claramente la fe trinitaria. El don que se concede es el poder de perdonar los pecados. Este poder de la Iglesia sobre el pecado, se refiere sin duda alguna, en primer lugar, a la remisión de los pecados mediante el Bautismo. Pero, incluye tsmbién el poder de perdonar los pecados a los bautizados que hayan caído tras el Bautismo.

RESPUESTA desde NUESTRA REALIDAD
         En plena pascua, que da margen para la plena felicidad, alegría y hasta ilusión, el domingo de hoy nos presenta la Divina Misericordia. No basta con escuchar ni siquiera entender el mensaje del Reino. Es imprescindible acoger, guardar en el corazón, abrazar con generosidad el misterio del perdón y soñar una perseverancia en el amor de Dios. Tenemos que escuchar en el corazón a la misericordia de Dios y así orientar la vida hacia una interioridad en el que prevalezca y se quiera gozar la certeza de un Dios que nos ama, que viene a salvarnos y que permanecerá siempre con nosotros.
                                          ORACION
  Dios de misericordia infinita, que reanimas, con el retorno  anual de las fiestas de Pascua, la fe del pueblo a ti consagrado, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que todos comprendan mejor qué bautismo nos ha puridicado, qué Espíritu nos ha hecho renacer y qué sangre nos ha redimdo. Por J. N. S. Amén
PENSAMIENTO AGUSTINIANO

            Cristo podría haber curado las heridas de la carne sin que se hubiesen quedado las huellas de sus cicatrices; podía haberse visto libre de las señales  de los clavos de sus manos y de la llaga de su costado; pero quiso que se quedasen en su carne las cicatrices para eliminar de los corazones de los hombres la herida de su incredulidad y que las señales de las heridas curasen las verdaderas heridas. Quien permitió que continuasen en su cuerpo las señales de los clavos y de la lanza, sabía que iban a aparecer  en algún momento herejes tan impíos y perversos que dijesen que Jesucristo nuestro Señor mintió en lo referente a su carne y a que  sus discípulos y evangelistas profirió palabras mendaces al decir: «Toma y ve». Ved que Tomás duda. ¿Es verdad que duda? «Si no toco, no creeré». ¿Qué opinamos que dijo Manés? Tomás lo vio, lo tocó, palpó los lugares de los claves y, no obstante su carne era falsa. Por tanto, de haberse hallado allí, ni aún tocando hubiera creído (San Agustín en sermón 275 C, 1-2).
Fr. Imanol Larrínaga, OAR

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