María Madre de Dios (1de enero)
¡Qué bueno es comenzar el año con la mirada puesta en María, la Madre
de Jesús y también nuestra! Porque hoy es la fiesta de la Maternidad
divina de María. Es la fiesta mariana más importante de todo el año. Y
la más antigua en la Iglesia. Cristo, en cuanto hombre nació de una
mujer. Nos lo recuerda hoy San Pablo. Y esa mujer es María. María es
Madre de Dios porque lo que nació de ella era y es Dios. Dios y hombre
en la persona de Jesús.
Si ser Madre de Cristo es el título más
preciado y hermoso de María, esta fiesta es muy entrañable para
nosotros, porque una mujer de nuestra misma naturaleza, ha sido elegida
para esta misión. En Ella estamos todos representados. De ahí que
debamos tener y vivir, en lo posible, sus mismas actitudes.
María
es la que mejor acogió el don de Dios: Jesús. Se llenó de gozo y de
agradecimiento al Señor porque la eligió a pesar de su pequeñez, se
mostró totalmente disponible a lo que le pedía el Señor, “meditaba todas
estas cosas, guardándolas en su corazón”. Discípula de su Hijo a la vez
que maestra para que fuera “creciendo en edad, sabiduría y gracia” y
nos lo entregó para que llevara a cabo su misión con nosotros. Hasta
consumar su obra al pie de la cruz.
Sabía que el Hijo era de ella,
pero no para ella, sino para toda la humanidad. Por eso es también
madre nuestra. Así la proclama la Iglesia. El domingo pasado
celebrábamos la fiesta de la Sagrada Familia (José, María y Jesús). Pero
Cristo fundó o puso en marcha una familia nueva, la Iglesia, en la que
todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre.
Y en esta familia
no podía faltar la madre. Dios no nos quería huérfanos. Una misma cuna:
el bautismo; una misma mesa, la eucaristía; una misma sangre, la de
Cristo; un mismo final, una vida para siempre. La maternidad de María no
se acaba en Cristo. Es madre de familia numerosa. De todos los que
somos miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia.
Dicen los santos
Padres, y entre ellos San Agustín, que todos podemos y debemos ser
madres de Cristo. Se sorprenderá más de uno al oír esta afirmación. Pero
es verdad. Por la fe concebimos a Cristo en nuestra mente y en nuestro
corazón. Esta fe, que debe ser creciente y viva, nos irá llenando de
Cristo. Y será tal el conocimiento, la experiencia y el amor de Cristo,
que lo daremos a luz, para que también Cristo pueda nacer en otros
corazones, en otras familias, en otros ambientes.
María ejerció
esta misión tan maternal con los primeros cristianos, con las primeras
comunidades cristianas. Todos la sentían como madre porque les daba a
conocer a su Hijo Jesús.
En la primera lectura hay una bendición
muy hermosa. Todos nos deseamos estos días (Navidad y principio del año)
lo mejor: paz, felicidad, amor, salud... También Dios. Así nos bendice
en este día, y siempre.
¡Qué mejor bendición pueden dar los papás a
sus hijos, al momento de ir a dormir, o cuando salen al colegio, o van
de viaje..., que pronunciar estas mismas o parecidas palabras, a la vez
que marcan la señal de la cruz sobre la frente! Es una buena propuesta
para llevarla a cabo a lo largo de todo el año.
En este año, que
comienza hoy, y a lo largo de toda nuestra vida, María ejerce su misión
de madre con toda ternura, con amor total, con solicitud y delicadeza,
porque así amó a su Hijo, porque así aprendió de él a amar. Lo único que
nos pide es que amemos a su Hijo y nos amemos como hermanos.
El
Papa Benedicto en una Jornada Mundial de la Paz, instituida por Pablo
VI, escogió este lema “Combatir la pobreza, construir la paz”. Nos hace
ver la relación entre la dramática situación de millones de personas en
el mundo y la paz. No hay paz sin justicia, se repite constantemente en
la doctrina social de la Iglesia. El papa señala que “la pobreza se
encuentra frecuentemente entre los factores que favorecen o agravan los
conflictos, incluidas la contiendas armadas. Estas últimas alimentan a
su vez trágicas situaciones de penuria”. Debemos mirar a los pobres
desde la perspectiva de que todos somos una sola familia en la que todos
-personas, pueblos y naciones- se comporten siguiendo los principios de
fraternidad y responsabilidad”
María, madre buena, quiere que sus
hijos vivamos en justicia, amor y paz. Este año será feliz si nos
amamos de verdad, como ella nos ama.
P. Teodoro Baztán
0 comentarios:
Publicar un comentario