domingo, diciembre 29, 2013



Hoy, contemplamos a Jesús en familia, en aquella familia humilde de Nazaret con la que pasó la mayor parte de su existencia. Y en el silencio de aquellos años, en el trabajo y la convivencia de Jesús con sus padres y sus vecinos, Dios nos está mostrando de entrada algo fundamental: que es en la familia donde el ser humano aprende a hacerse persona, es en la familia donde aprendemos a querer, a perdonar, a comunicar, a compartir y a aceptar ser queridos no por lo que tenemos sino por lo que somos. Es finalmente, en la familia, donde aprendemos a amar gratuitamente. Por eso no es de extrañar que Dios bendiga la familia humana y que en la Iglesia el matrimonio se haya elevado a la categoría de sacramento, como el mejor signo de la unión de Dios con la humanidad.

El sentido de la fiesta de la Sagrada Familia nos lo presenta la oración primera: “Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo..., concédenos que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo”.

¿Cuáles fueron, entre otras, las virtudes o valores a los que hace referencia esta oración?: La sencillez de vida, una profunda religiosidad, la disponibilidad total para asumir y cumplir la misión que el Padre les encomendaba, el amor probado y sacrificado, la unión en el peligro y las dificultades, la alegría íntima y fuerte...

Hoy, gracias a Dios, hay en todos los sectores de la sociedad un interés y aprecio creciente por la familia. Según las encuestas recientes, la familia es, en España, la institución más apreciada, a pesar de los cambios tan profundos que está sufriendo y de las nuevas corrientes que la vienen atacando desde ciertos medios de comunicación social y de comportamientos de personajes públicos y también privados, etc.

Es cierto que ha cambiado mucho el marco social en que se escribió el texto de la primera lectura, pero la actitud que en ella aparece sigue siendo actual: atender a los padres en todo momento, sobre todo cuando son mayores. No pide a los padres que amen a sus hijos. Ya lo hacen por sí mismos, sin que haya ninguna ley que les obligue a amar. Cuando este amor de los padres es correspondido con amor, respeto y ayuda por parte de los hijos, redunda en bien de toda la familia.

No es fácil la tarea de construir una familia unida y en amor, y mantenerla así, pase lo que pase. Por eso San Pablo nos da algunas pautas que, aunque referidas a la vida de comunidad, son totalmente aplicables a la vida familiar. Dice: “Revestíos de entrañas de misericordia, de bondad y humildad; perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro; y por encima de todo, esté al amor”.

Es cierto que las relaciones familiares son cada día más difíciles. Es un desafío constante para los padres. La fiesta de hoy no da soluciones técnicas o prácticas para obviar este problema, pero sí ofrece claves profundas, humanas y cristianas a la vez: el amor, la comprensión, la acogida, el perdón, la ayuda...
Y en la base de todo, o la razón de todo, Cristo. Como él nos ha amado y nos ama, así debemos amar. Como él nos ha perdonado y nos perdona, así debemos perdonar siempre. Contemos siempre con él, démosle gracias. Hagamos todo en su nombre. 

Este es el programa de vida para cualquier familia cristiana. Esta es la garantía de que todo irá bien. Y María, que nos dice: “Haced lo que él os diga”. Son las últimas palabras conocidas de María; las dice en favor de una pareja de novios que estaban formando un nuevo hogar. María sigue presente en las familias que le abren las puertas del hogar. Y José, modelo de hombre trabajador y sencillo, protector de la familia a él encomendada, hombre bueno en palabras del evangelio.

Debemos orar y pedirles a los tres -Jesús María y José-, por nuestra familia, principalmente en los momentos difíciles, como los tuvieron ellos según nos cuentan el evangelio. Tengamos plena confianza en el Señor y actuemos en su nombre. Así él actuará en nosotros.
Pidamos en esta eucaristía que el ejemplo de la santa familia de Nazaret nos anime a todos a construir un mundo más humano y más fraterno, donde nadie se sienta excluido ni solo. 

La Eucaristía es la “comida” de la familia. Nos alimentamos del mismo cuerpo de Cristo y también con su palabra. Que él sea unión en nuestro hogar, amor inquebrantable, perdón y paz para todos.

P. Teodoro Baztán

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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